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miércoles, 26 de enero de 2011

"El Altar Católico" Por Monseñor Klaus Gamber (8)


SÉPTIMA PREGUNTA

Hay sin embargo estudios, como el muy conocido del profesor Otto Nussbaum, en los cuales se ha demostrado científicamente, que desde los tiempos más remotos, hubo celebraciones cara al pueblo, y que estas celebraciones eran hasta más antiguas


En su estudio de gran amplitud Der Standort des Liturgen am christlichen Altar (El Lugar del celebrante en el altar cristiano), publicado en 1965, Nussbaum escribe: "Cuando aparecieron los edificios dedicados al culto propiamente dicho, no había ninguna regla estricta que fijara de qué lado del altar debía colocarse el celebrante. Podía situarse bien delante del altar o detrás" (P.408). El piensa que la celebración cara al pueblo fue la preferida hasta el siglo VI.


No obstante Nussbaum no distingue suficientemente entre las iglesias que tienen el ábside al este con las que lo tienen al oeste, y por consiguiente la entrada al este. Son casi exclusivamente las basílicas del siglo IV las que presentan esta última orientación, y especialmente aquellas que fueron construidas por el emperador Constantino y Elena, su madre, como por ejemplo la iglesia de San Pedro de Roma.


Pero desde el comienzo del siglo V, San Paulino de Nola indica que lo habitual (usitatior) es el ábside al este. De hecho, hay basílicas que tienen su entrada al este, sobre todo en Roma y en Africa del Norte, mientras que en Oriente son relativamente raras (en Tiro y en Antioquía).


La entrada hacia el Oriente (basílicas constantinianas) imitaban la disposición del Templo de Jerusalem (Cf. Ez. 8,16) así como algunos templos de la antigüedad, cuyas puertas abiertas dejaban penetrar la luz del sol naciente, que hacía resplandecer en el interior la estatua del dios.


En las basílicas cristianas que tenían su entrada al este, el celebrante estaba obligado, normalmente, a colocarse delante de la cara "posterior" del altar a fin de estar vuelto hacia el Oriente en el momento de la ofrenda del Santo Sacrificio, mientras que, en las iglesias que tenían el ábside al este, se colocaba "delante" del altar (ante apare) dando por consiguiente la espalda a la asamblea.


Del hecho de que en algunas de estas últimas basílicas hubiera sitio detrás del altar para el celebrante, a veces se ha deducido que éste se colocaba en ese lugar y que por consiguiente estaba vuelto hacia el pueblo, sobre todo cuando existía además en el fondo del ábside un banco para los sacerdotes, con un sitial para el obispo.


Ahora bien, esta es una conclusión manifiestamente errónea ‑que Nussbaum, por otra parte, ha adoptado‑, como se puede demostrar de manera irrefutable con la ayuda de los resultados de las excavaciones arqueológicas. ¿Si no por qué se habrían construido estas iglesias exactamente en dirección del Este?



OCTAVA PREGUNTA


Cuando el sacerdote se colocaba "detrás" del altar en las iglesias, que tienen su ábside en dirección al occidente, como San Pedro de Roma, ¿no tenía lugar una celebración "cara al pueblo"?


¡No! En efecto, durante la plegaria eucarística (canon misae), no sólo el celebrante sino también los fieles se volvían hacia el Oriente. Como lo hizo observar San Juan Crisostomo en los primeros tiempos los fieles extendían sus manos para rezar a la vez que el sacerdote.


Todos miraban en dirección a las puertas abiertas de la iglesia, por donde penetraba la luz del sol naciente, símbolo de Cristo resucitado, que vuelve. A parte de la veneración particular que el constructor de estas Basílicas, el emperador Constantino, tenía por el Sol naciente, un pasaje del profeta Ezequiel (43, 1) influyó también de manera especial: "El me ha conducido al pórtico oriental; y he aquí que la gloria del Dios de Israel llega del Oriente". Así estando abiertas las puertas de la Basílica hacia el oriente, se esperaba que Cristo viniese a participar en la celebración de la Eucaristía, de la misma manera que después de su resurrección él se apareció varias veces a sus discípulos mientras comían (Luc. 24, 36‑49; In. 21; Act. 1,4).


Originariamente los fieles, separadas las mujeres de los hombres, permanecían no en la nave central, sino en las naves laterales (Esta afirmación, que corre el riesgo de sorprender al lector no avisado, sin embargo está totalmente fundada. A título de ejemplo reproducimos un croquis de la iglesia de San Clemente de Roma. El espacio central ante el altar estaba ocupado por la schola cantorum (recinto reservado a los chantres o cantores), los fieles se colocaban en las naves laterales. Esta disposición está atestiguada por numerosos documentos. Notemos sin embargo, una hipótesis diferente debida al profesor Cyrile Vogel, que en el caso de una basílica, en la que los fieles estuvieran de hecho en la nave central, piensa que "en Roma, hacia la mitad del siglo V, la conversio ad orientem (volverse hacia el oriente) implicaba una aversio a mensa (dar la espalda al altar), no era o dejo de ser costumbre entre los fieles". ("La Orientación hacia el este del celebrante y de los fieles, durante la celebración eucarística" publicado en L'Orient syrien, vol. IX, 1964, pág. 29).; que en las grandes basílicas podían ser hasta seis (las de San Juan de Letrán y San Pedro de Roma sólo tienen cuatro). La colocación en las naves laterales corresponde a la costumbre de sentarse a lo largo de los muros laterales en las iglesias pequeñas de la cristiandad primitiva. Esta costumbre pervive aún en las iglesias de Oriente; la nave o el espacio central bajo la cúpula queda libre para las funciones del culto. Los fieles de más edad se situaban en los asientos (stasidien) a lo largo de los muros de la Iglesia; y en las naves laterales, el resto de los asistentes al oficio, de pie. En Oriente, la posición de pie y no de rodillas, como antes entre nosotros, es la actitud corporal más conveniente a la participación litúrgica, actitud que además exige una gran disciplina física, sobre todo durante los largos oficios religiosos.


Como lo muestran ciertas excavaciones y las representaciones en las basílicas constantinianas y norteafricanas el altar estaba cerca del centro de la nave. Se le rodeaba por los cuatro costados con una verja y, por regla general, se le cubría con un baldaquino que se han encontrado en ellas, (Según el diccionario de arqueología y liturgia cristiana, de Dom Cabrol y Dom Leclercq, IV, 2, p. entre col. 2232-2233, artículo iglesia). El altar está en medio de la nave).


El coro (schola cantorum) se colocaba cara al celebrante. En las iglesias de Rávena, todas ellas orientadas en dirección al este, se conservó durante mucho tiempo esta posición del altar y de la schola en medio de la nave central y de ello existen testimonios hasta el siglo VIII. (Siempre a título de ejemplo, reproducimos el plano de la iglesia de Sabratha, en Libia. El celebrante, vuelto hacia el este, se coloca de espaldas al ábside y de cara a las puertas de la iglesia. Los fieles no están colocados delante del sacerdote (se ve que tampoco tenían sitio), sino más bien en las naves laterales. Ellos, al igual que el celebrante, no tienen dificultad en volverse hacia el este).


En la iglesia constantiniana de San Pedro de Roma el altar no se encontraba encima de la tumba del Apóstol, en contra de lo que se pudiera creer, sino un poco más al centro de la nave. Sobre el lugar en que estaba enterrado el Príncipe de los Apóstoles, había una "memoria" sin altar, un baldaquino sostenido por columnas, como lo muestra la antiquísima representación del cofrecillo de marfil de Pola. La suposición con frecuencia aducida que habría habido en otro tiempo un altar mayor amovible allí por donde entraban y salían los peregrinos que visitaban la tumba del Apóstol no ha podido ser probada.


Puesto que en las basílicas, que tenían su ábside en dirección al Occidente y el altar en medio de la nave, los fieles, como hemos visto, se colocaban en las naves laterales (entre las columnas de las cuales colgaban tapices, que se abrían durante la misa), no volvían la espalda al altar. Cosa en todo caso impensable, por el respeto que se tenía a la santidad del altar. Sin embargo, podían volverse sin dificultad hacia el Oriente (en dirección a la entrada) con una ligera rotación del cuerpo.


Aún en el caso inverosímil de que, durante la plegaria eucarística, los fieles no hubiesen mirando hacia la entrada sino hacia el altar, no hubiese existido sin embargo un cara a cara con el sacerdote, pues el altar, como hemos dicho, estaba en la antigüedad oculto por las cortinas, durante este período de la misma.


A partir de la edad media, el altar de estas basílicas fue desplazado hacia el ábside. En la iglesia de San Pedro esto se hizo, como se sabe hacia el 600, bajo el Papa San Gregorio el Grande, quien al mismo tiempo emprendió importantes modificaciones en el coro e instaló una cripta circular, con objeto de que los peregrinos pudiesen llegar libremente a la tumba del Apóstol, sin tener que penetrar en el presbiterio.


Más adelante, poco a poco, el pueblo se colocó en la nave central. En una época (imposible hoy de determinar) cuando en las basílicas constantinianas, los asistentes dejaron de volverse hacia Oriente, para permanecer vueltos hacia el altar, se llegó a una especie de celebración "cara al pueblo".

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