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miércoles, 2 de marzo de 2011

"El Altar Católico" Por Monseñor Klaus Gamber (11)


 
CONCLUSIÓN
 
Esperamos haber claramente establecido que antes de Martín Lutero, en parte alguna se encuentra la idea del sacerdote vuelto hacia la asamblea durante la celebración de la Santa Misa, ni tampoco a favor de esta manera de ver se puede invocar ningún descubrimiento arqueológico.
El término específico versus populum (hacia el pueblo) aparece por primera vez en el Ritus servandus in celebratione Missae (Rito a observar en la celebración de la misa) del Missale Romanum redactado en 1570 por el Papa San Pío V a petición del Concilio de Trento. En la sección V, 3, específicamente se trata el caso en que "el altar esté orientado al este [no hacia el ábside sino] hacia el pueblo" (altare sit ad orientem versus populum), lo que se aplica a algunas antiguas iglesias de Roma.
Pero el acento se pone aquí en ad Orientem (lo que voluntariamente se omite), mientras que el versus populum no es más que una añadidura en vistas a la indicación que sigue inmediatamente, a saber que al Dominus vobiscum el celebrante no tiene que volverse hacia el pueblo al que tiene que saludar diciendo Dominus vobiscum. Esta posición del sacerdote "detrás del altar" en algunas basílicas romanas hizo nacer, como hemos visto en las Jugendbewegung de los años veinte, la errónea concepción según la cual en Roma se había conservado así una costumbre de la primitiva iglesia.
Lo mismo que en la Iglesia de Occidente, jamás se usó en las Iglesias de Oriente la celebración versus populum, donde por añadidura el término correspondiente no existe. Es de notar que, durante la concelebración, habitual entre los ortodoxos, el celebrante principal da siempre la espalda a la asamblea, aunque los sacerdotes concelebrantes se colocan detrás de él.
No se puede sin embargo callar que hubo ‑y aun hoy existe‑ en las Iglesias de Oriente también tentativas esporádicas de celebrar la liturgia cara al pueblo o al menos de colocar el altar delante del iconostasio. En 1921, el patriarca Tikhon de Moscú se apercibió claramente de los riesgos que, para la correcta celebración del culto divino, traerían las novedades preconizadas y practicadas por algunos sacerdotes, consecuencia de la Revolución Rusa, por lo que hizo una llamada a todos los obispos del país: "Todo esto se está haciendo so pretexto de adaptar la liturgia a las exigencias de los nuevos tiempos, de aportar al culto divino la animación necesaria para incitar a los fieles a ir a la iglesia. No, no bendecimos ninguna de estas violaciones, ni ninguna de estas arbitrarias acciones individuales durante la celebración litúrgica, puesto que no lo podemos hacer. La divina belleza de nuestra liturgia, tal como se ha fijado en los libros rituales, las rúbricas y las prescripciones, debe permanecer intangible en la Iglesia Ortodoxa Rusa, porque éste es el don supremo más sagrado".
 
La posterior evolución dio la razón al patriarca. Gracias al hecho de haber fielmente guardado y cultivado su liturgia tradicional hoy en día la Iglesia Ortodoxa rusa permanece viva y próspera.
 
Lo que es decisivo para la colocación del sacerdote en el altar, como hemos insistido, es el carácter sacrifical de la misa. El sacrificador se vuelve hacia aquél a quien se ofrece el sacrificio, por eso se coloca ante el altar ad dominum, hacia el Señor.
 
Además, si se quiere resaltar el carácter de cena de la celebración eucarística, el simple hecho de celebrar versus populum no sería suficiente para dar este carácter tan aparente como se le imagina y que tan a menudo se desea. Pues sólo el "presidente de la cena" se coloca en la mesa. El resto de los "participantes a la cena" se colocan en la nave, como en una "sala de espectáculo", sin relación directa con la "mesa de la cena". Esta es la razón por la que, en los pequeños grupos, hoy se tiende a colocar a los asistentes rodeando el altar; lo que, en adelante, traerá como consecuencia borrar completamente el carácter sacrifical de la misa. No se hará justicia a este sacrificio, sino es haciendo lo que siempre se ha hecho, volvernos con el sacerdote "hacia el Señor", por consiguiente, todos en la misma dirección.
 
Según la concepción católica, la misa es algo más que una comunidad reunida para celebrar una cena en memoria de Jesús de Nazareth. Lo importante no es la constitución de una comunidad, ni lo que ella vive ‑aunque esto no deba subestimarse (cf. Cor. 10,17)sino sobre todo el culto que se rinde a Dios.
No es el hombre sino Dios quien debe ser siempre el punto de referencia. De aquí que desde los orígenes todos se orientaban hacia El y no un cara a cara entre sacerdote y asamblea. Es necesario sacar la consecuencia y reconocer francamente que la celebración versus populum es un error. Porque ella es en definitiva una orientación hacia el hombre y no hacia Dios.

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