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lunes, 4 de abril de 2011

La Sábana Santa y el Carbono 14


La Sábana Santa y la polémica del Carbono 14.

En octubre de 1988 despertamos un día con una noticia, que al menos a los católicos nos parecía un escándalo y una falaz mentira.  Los medios se regodeaban en repetirla... “La Santa Síndone, de acuerdo a estudios hechos con el carbono 14, no sería del siglo I, sino del siglo XIV; por tanto, no habría en­vuelto el cuerpo del Redentor, sino que sería, a lo sumo, un simple objeto de piedad de la Edad Media”.
El Dr. Michael Tite, miembro del British Museum de Londres, daba una conferencia de prensa al respecto, y a sus espaldas, en un pizarrón, estaba escrita una cifra: “1260-1390”. Acompañado de otros científicos, expli­có los resultados de la medición por dicho método, dan­do por hecho que tal Sábana no habría sido la mortaja de Cristo.
La comunidad científica no tardó en hacerse escu­char, advirtiendo que ese método era más que variable e impreciso. No entraremos por ahora en el campo técni­co del análisis realizado por los tres laboratorios encargados del examen, pero sí podemos afirmar que es imposible que la Santa Sá­bana de Turín sea del siglo XIV Daremos algunas razones:

1. La Sábana Santa es una sarga de lino. Según el téc­nico textil T. H. Walsh, este tipo de tejidos no em­pezó a confeccionarse en Europa Occidental sino hasta pasado el siglo XIV Por lo tanto, ¿cómo puede ser que la Síndone, entonces, sea de principios del mismo siglo? ¿Acaso el artista que la confeccionó fue a comprar la te­la a Oriente?

2. La Síndone contiene polen de plantas propias de Jerusalén, del valle del Jordán, de Urfa (la antigua Edesa), de Constantinopla y también de Europa Central. Max Frei, un especialista en palinología (estudio del polen), se pregunta: ¿el supuesto falsario paseó su tela, antes o después de haberla elaborado, por todas esas re­giones tan distantes entre sí para captar polen típico de ellas, y así engañar a los científicos del siglo XX? El problema es que en el siglo XIV no se conocía siquiera qué era el polen...

3. Se encuentran muchas manchas de sangre ar­terial y venosa en la Síndone. El supuesto au­tor de de la misma, ¿cómo pudo haberla puesto, siglos antes de que Cisalpino y Harvey descubrie­ran la circulación de la sangre? ¿O tenemos que suponer que el falsario crucificó a un hombre en el siglo XIV para poder trasladar a su lienzo estas di­ferencias que él desconocía?

4. El médico forense y patólogo Dr. R. Bucklin, facultativo de los hospitales de Los Ángeles y Houston, declara que las imágenes de la Síndone son anatómicamente correctas. Sus características patológicas y fisiológicas son claras y revelan unos conocimientos médicos ignorados hasta hace ciento cincuenta años. Volvemos, pues, ¡a lo mis­mo: ¿cómo pudo saber eso el falsario del siglo XIV? ¿Es que crucificó a uno o a varios hombres?

5. La fotografía se descubre recién en el siglo XIX. Ahora bien, la Síndone es un negativo fotográfico hecho varios siglos antes de que se in­ventara la fotografía, y por tanto, que se conociera qué era un negativo fotográfico. Por eso es impo­sible que un artista modelara conscientemente un negativo fotográfico, sin saberlo que estaba ha­ciendo, ininteligible además para los espectadores de la época. No faltaron quienes intentaron copiar la Sábana como negativo, como Refo y Cusetti, pero fracasaron...

6. Por su antigüedad, el color de la Sábana San­ta es amarillo pajizo. Los pedazos de lino que se cosieron para tapar las quemaduras del incendio acaecido en el año 1532 son muchísimo más blan­cos. Eso es señal de que la Síndone es mucho más antigua que los remiendos, y aún muy anterior al siglo XIV.

7. Uno de los más asombrosos hallazgos de la Síndone, es que la imagen presenta caracterís­ticas de tridimensionalidad. Esto implica decir que el grado de luminosidad de la imagen está ma­temáticamente relacionado con la distancia del cuerpo al lienzo; de aquí se sigue que la imagen al­canza el máximo grado de brillantez en aquellas zonas en las que el cuerpo tocó el tejido, y menos allí donde no lo tocaba. Esto indica que la imagen fue for­mada a partir de un objeto tridimensional, como es un cuerpo inerte... Ninguna fotografía normal tiene esas características.

8. En la fotografía tridimensional del Lienzo eran cla­ramente perceptibles dos diminutos objetos, como botones, puestos sobre los párpados. Se trata de mone­das romanas de poco valor, que los judíos utilizaban pa­ra cerrar los ojos de los difuntos. Por sus características correspondían a “leptones”, que según el Kadnam Numismatic Museum de Tel Aviv, fueron acuñadas sola­mente en tiempo de Poncio Pilatos. Así, pues, la datación nos retrotrae al siglo I y no al XIV.

Los leptones fueron monedas emitidas
por Poncio Pilato en el año 29
después de Cristo

9. Es de considerar que un artista del siglo XIV no hu­biera colocado el clavo en la muñeca —como lo presenta la Santa Síndone—, sino en la palma de la ma­no, como era lo habitual en la pintura e imaginería de aquella época.

10. Llama la atención en la imagen su regularidad, la cual es igual tanto en la parte frontal como en la dorsal (nuca y espalda). Por ley natural, la dorsal ten­dría que haber quedado más aplastada, y por consiguien­te con evidentes deformaciones propias de un cuerpo muerto de ochenta kilogramos. Pero todo es regular en sus líneas, sin la menor deformación. Esto solamente es explicable si el cuerpo no tocaba ni pesaba en el mo­mento de imprimirse la imagen, es decir, si estaba ingrá­vido, o si levitaba en el instante de producirse el flash que fija la imagen. Ahora bien, la gravedad era desco­nocida en el siglo XIV, y la ingravidez es un producto de la era espacial...

11. Los cuarenta científicos norteamericanos, algunos de la NASA, que estudiaron a fondo la Síndone con los más sofisticados aparatos, vieron que la imagen con­tenida en ella no es una pintura, ni obra de arte hecha con alguna técnica conocida. ¿Será que el genial artista se llevó al sepulcro el secreto de su técnica y ésta no ha sido aún descubierta? Además, ¿se habría de reducir el empleo de esta técnica misteriosa a una sola obra de ar­te? ¿Por qué ese artista no la aplicó a otras creaciones? De hecho, no se conoce que exista algo semejante en el mundo...

12. Supongamos, sin embargo, que fuese una pintura. El catedrático de física de la Universidad de Yale, Dr. J. H. Heller, afirma: “No es posible ver la figura de la Sábana a menos de uno o dos metros de distancia (a menor distancia la figura se diluye y no se puede ver). Ahora bien, un artista no puede pintar si no distingue los trazos que da con su pincel. El supuesto artis­ta hubiese tenido que utilizar un pincel de uno o dos metros de longitud... Además, éste tenía que estar compuesto por una sola cerda, pues sólo manchaba fibrillas aisladas de diez o quince mi­eras de diámetro.  Las cerdas de pincel más finas que conozco son las de marta, y un pelo de marta tiene un gran diámetro comparado con una fibrilla del tejido”.
“Por otra parte, el supuesto pintor tuvo que uti­lizar una pintura que no contuviera ni óleo ni agua, porque no se encuentran en la Síndone señales de capilaridad. Aún más, para distinguir lo que esta­ba pintado, habría precisado de un microscopio de gran aumento, bajo el cual hubiese tenido que mover el pincel. Pero las leyes de la física que gobier­nan la óptica excluyen dicho microscopio, a menos que estuviera adosado a un televisor en colores, pues el amarillo pajizo (el color de las fibrillas co­loreadas) es demasiado débil para que quede registrado en blanco y negro”.
“Otro obstáculo que habría tenido que superar el supuesto artista, es el de las limitaciones del sis­tema nervioso humano. Nadie puede sostener un pincel tan largo con la necesaria firmeza para pin­tar el extremo de una fibrilla. Sería necesario un micro-manipulador del siglo XX, que operase hidráulicamente a una distancia de uno o dos metros. Y este aparejo hubiese tenido que es­tar montado en un brazo mecánico especial, que es un invento de la era atómica. Asimis­mo, el artista tendría que haber sabido qué cantidad de micro-fibrillas debía pintar, y ha­berlo hecho a la inversa, como sucede con un negativo. Todas las fibrillas coloreadas tie­nen la misma intensidad de color. La figura resulta de la mayor o menor agrupación de fibrillas coloreadas. Nuestro hipotético ar­tista habría tenido que utilizar sangre, tanto pre-mortal como post-mortal, y tendría” que haber pintado con albúmina de suero, que só­lo es visible bajo rayos ultravioleta; hay que suponer también que utilizaría un medio invi­sible a la luz blanca”.
“Se llegó a la conclusión de que las imá­genes eran producto de la oxidación. El ácido sulfúrico es un agente oxidante, pero es evidente que nadie puede pintar con ácido sulfúrico porque destruiría las cerdas y dejaría señales de capilaridad”.
“El calor también puede causar el mismo tipo de oxidación que el ácido sulfúrico, pero cualquier fuente de calor irradia de manera difusa; y no podría explicar la tridimensionalidad de los rasgos del hombre de la sá­bana, o la nitidez del color amarillo pajizo que se en­cuentra solamente en los extremos de las micro-fibrillas”.  Hasta aquí el biofísico Dr. J. H. Heller.

13. Los científicos no entraron a analizar ésta radia­ción, sólo dijeron que era “desconocida”. No que­rían entrar en el campo religioso: ¿quién es el Hombre de la Síndone? Ellos desearon mantenerse en el campo puramente científico; pero un cuerpo muerto no puede emitir tal radiación. Por eso, tiene que tratarse de una radiación muy singular. Si suponemos que el difunto envuelto por la Sábana fue Jesucristo, no hay dificultad; esta irradiación especial podría ser una eclosión de luz y de calor que saliera del cuerpo de Cristo en el momento de resucitar. De hecho, aunque los científicos no quisie­ran entrar en este campo, todos ellos pensaban en Jesu­cristo, como confesó el Dr. Mula, coordinador del equi­po. Por eso él mismo dice que esta radiación les causó a todos un enorme impacto.

14. Si fuese un tejido del siglo XIV tampoco tendría ex­plicación una inscripción del siglo XI, escrita a plu­ma por encima de la rodilla derecha: “Sanctissime Jesu, miserere nostri”, descubierta y datada —por el tipo de letra— por el Profesor Aldo Marastoni, ajeno a los es­tudios de la Santa Síndone, docente de la Universidad de Milán.

15. Suponiendo la honradez de los tres laboratorios que examinaron la tela al carbono 14, hay un sinnúme­ro de irregularidades que pueden alterar los resultados. Así, por ejemplo, el no haber limpiado la Síndone de impurezas orgánicas, tales como hongos y demás mate ría orgánica superpuesta que contiene. La Síndone fue expuesta infinidad de veces al sol y al aire, lo que afec­ta la composición de la celulosa; también ha estado ro­deada de cirios encendidos, sufrió quemaduras, ha sido manoseada por la gente y manchada por el sudor de los que la sostenían y tocaban —como cuenta San Francis­co de Sales—; todo lo cual necesariamente altera nota­blemente tal datación, al punto que el mismo Dr. W. F. Libby, premio Nobel precisamente por haber inventado este método de datación del carbono 14, no creyó fiable aplicarlo a la Santa Sábana. En efecto, creyó que no te­nía aplicación a ella, en razón de estar demasiado altera­da. Por otra parte, una sola prueba en contra de la au­tenticidad de la reliquia no puede tirar al suelo los cien­tos de pruebas que atestiguan lo contrario.
En conclusión, la Santa Sábana cumple un papel importantísimo para los tiempos que corren. Los incré­dulos y escépticos pueden encontrar en esta santa reli­quia los argumentos razonables y científicos que testi­monian el hecho que dividió la historia del hombre en un antes y un después de Cristo, el nacimiento, muerte y resurrección del Redentor. Pero, tal como decía el Cardenal Newman, la verdad sólo se muestra a los que con sinceridad la buscan...
Breve anexo:

¿Qué es el Carbono 14?

Con las técnicas disponibles en el siglo XIX, los geólogos de entonces sólo podían componer una escala de tiempo relativa. Sin embargo, poco des­pués del descubrimiento de la radiactividad, se de­sarrollaron los métodos radiométricos de dotación. Con ellos, se pudo empezar a calibrar la escala relativa del tiempo geológico creando una absoluta.
El método del carbono 14 fue desarrollado en primera instancia por el químico estadounidense Willard Frank Libby y su grupo de colaboradores de la Universidad de Chicago en 1947, cuyos trabajos le valieron el premio Nobel de Química de 1960. El descubrimiento fue que por medio de la actividad metabólica el nivel de carbono 14 en un organismo vivo se mantiene en equilibrio con el de la atmósfe­ra o con el de otras partes de la reserva dinámica terrestre, como el océano.
 
A partir de la muerte del organismo, el isótopo radiactivo empieza a desintegrarse a un ritmo cono­cido sin ser reemplazado por el carbono del dióxi­do de carbono atmosférico. Su rápida desintegra­ción limita, en general, el periodo de dotación a unos 50.000 años, aunque a veces se extienda el método hasta 70.000 años. La incertidumbre de la medida aumenta con la antigüedad de la muestra.
Aunque el método se adapta a una gran varie­dad de materiales orgánicos, su precisión depende del valor usado para la vida media de las variacio­nes en las concentraciones atmosféricas de carbo­no 14 y de la contaminación. En 1962, la vida media del radiocarbono fue redefinida desde 5.570 ± 30 años a 5.730 ± 40 años; por ello, algunas determina­ciones anteriores requieren un ajuste, y debido a la radiactividad introducida en los últimos años en la atmósfera, las dotaciones de radiocarbono se cal­culan desde 1950.
La escala temporal del carbono 14 contiene otras fuentes de incertidumbre que pueden produ­cir errores entre 2.000 y 5.000 años. El problema más grave es la contaminación posterior al depósi­to, que puede estar causada por filtración de agua subterránea, por incorporación de carbono más an­tiguo o más joven, y por captación de impurezas en el terreno o en el laboratorio. Entonces, como to­dos los organismos vivos, absorben carbono radiac­tivo, forma inestable de carbono que tiene una vida media de unos 5.730 años. Durante su vida, un or­ganismo renueva de forma continua su provisión de radiocarbono al respirar y al comer. Tras su muerte, el organismo se convierte en un fósil y el carbono 14 decae sin ser reemplazado. Para medir la cantidad de carbono 14 restante en un fósil, los científicos in­cineran un fragmento pequeño para convertirlo en gas de dióxido de carbono. Se utilizan contadores de radiación para detectar los electrones emitidos por el decaimiento de carbono 14 en nitrógeno. La cantidad de carbono 14 se compara con la de car­bono 12, forma estable del carbono, para determi­nar la cantidad de radiocarbono que se ha desinte­grado y así datar el fósil.

La conclusión del profesor Max Frei.

            El Profesor Max Frei, célebre criminólogo y director del Laboratorio Científico de la policía de la ciudad de Neuchátel, reputado especialista en el estudio de micro huellas, obtuvo permiso para reco­ger muestras de partículas muy finas de polvo, cuyas huellas casi invisibles podían encontrarse todavía en el Santo Sudario. Luego las analizó, el 24 de noviembre de 1973, en presencia de miembros de la comisión encargada del estudio.
Así, el Profesor Frei logró identificar granos de polen, que pertenecían a plantas que no viven en Europa Occidental. Al concluir finalmente su estu­dio, dos años y medio más tarde, declaró:

“La presencia de granos de polen pertenecien­tes a seis especies de plantas palestinas, a una especie vegetal de Turquía y a unas ocho especies mediterráneas, ya nos autoriza a formular la si­guiente conclusión definitiva: ¡El Sudario no puede ser una falsificación!”

R.P. Bruno Yavi, Revista “Iesus Christus”, Nº 129, mayo – junio de 2010

Fuente: Stat Veritas

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