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miércoles, 15 de junio de 2011

Interesante artículo sobre el canto en la Liturgia

 
Traemoes este artículo de Lex Orandi, escrito por el Liturgista Adolfo Ivorra, por lo plástico que es a la hora de plantear una realidad triste, pero lamentablemente real.
 
 
Después de leer una entrada de mi amigo Álvaro Menéndez, esto que escribí ayer me parece se inserta en la misma "crítica":

Me pregunto si en la categoría de engañosos subproductos podemos incluir la enorme cantidad de cantos mediocres y música pésima que escuchamos en nuestras parroquias con demasiada frecuencia. Y no sólo eso: muchos de esos cantos esconden una mentalidad mundana

He aquí mi contribución...:


Las «controversias» acerca de la puesta en práctica de la reforma litúrgica, las «puestas en escena» y las cuestiones estéticas surgidas en la última década en torno a la liturgia nos muestran el carácter endémico del clericalismo en la mentalidad católica. Parece como si la culpa de que no se sigan las rúbricas o de que presenciemos misas-show fuera exclusiva del presbítero de turno. Algunos, más observadores, llegarán a la conclusión de que se trata de un círculo vicioso: el «grupo de liturgia» que influye en el sacerdote y viceversa. Pero la realidad supera, con creces, a la ficción. Por desgracia, el liturgista medio es clérigo. El liturgista laico sufre y padece a sacerdotes insensibles a la liturgia, a su espiritualidad y normas. Pero a veces confluyen en un mismo lugar un liturgista laico y uno clérigo. El sentimiento es casi el mismo: es como si en un partido del deporte que sea, ambos fueran espectadores y estuvieran rodeados de fans de miembros del equipo contrario: como hagan mucho ruido, puede que no salgan «vivos» del estadio.
            Sea laico o no, el liturgista en nuestra Iglesia posmoderna es un «cruzado» enfrentándose a hordas de indiferentes que ponen a prueba su fuerza humana y espiritual. Él tiene una «fe» que viene a traer incluso por medio de la espada, pero por muy buen combatiente que sea, las hordas son precisamente eso, “hordas”. Pero no se trata siempre de una masa amorfa: los indiferentes a la liturgia tienen también sus cuerpos de élite. El Ceremonial de los Obispos dice del maestro de ceremonias que «Coordine oportunamente con los cantores, asistentes, ministros, celebrantes, aquellas cosas que deben hacer y decir» (n. 35). No es fortuito que los cantores aparezcan los primeros. Cantar un “aleluya” que habla del sí de María en medio de la solemnidad de Pentecostés, más que arrebatarnos a la Jerusalén celeste, nos puede llevar a preguntarnos de mala manera ¿dónde estamos? ¿Esto es Pentecostés o una misa mariana? ¿Por qué pasa esto?
            En primer lugar, un liturgista no es un maestro de ceremonias. En rigor, un liturgista es un teólogo especializado en liturgia. Pero el ejemplo del maestro de ceremonias nos viene bien porque expone el foco del problema. La música y el canto siempre han sido expresión de los afectos y aspiraciones, de lo que sentimos y queremos decir. En las películas, cuando la música no acompaña verdaderamente la acción, se produce un alejamiento entre el espectador y el argumento... y de paso los críticos de cine descargan sus furibundas “observaciones”. Cuando esto se da en la liturgia –alejamiento de los que participan en lo que se está realizando– y el liturgista emite sus “observaciones”, parece que fuera él el que no comprende la naturaleza del acto. Y es que en el fondo -y en la superficie- al coro no le interesa tu opinión.
            Hay muy buenos cantores en la Iglesia. A esos no me refiero, sino al «resto del pueblo de Israel», a los que no conocen otro instrumento que la setentera guitarra. Acéptalo: es un gueto. Ningún grupo de música actual –en su sano juicio– saldría a la palestra con una guitarra de cuerdas “normal”. No cantan pop, ni hip-pop, rap, reggaetón, rock, techno ni tocan o cantan música “electrónica”. Y no es así porque se han quedado con uno de los principios de la música religiosa, pero no con el contenido. Me refiero al hecho de que el propósito de toda música o canto cultual es alejar al creyente del mundo (actual) y llevarlo al Nirvana, Cielo, etc. ¿Por qué no evolucionan? Porque la única manera que se les ocurre va en la línea de su afectivismo. Por qué cantan un “aleluya” mariano en una misa de Pentecostés. Dicho de forma más expresiva: por qué no cantan nada que siquiera mencione al Espíritu Santo. Porque no han venido a alabar a Dios ni a hacer más expresivo el culto cristiano por medio del canto. No. Han venido a expresar sentimientos religiosos difusos. Eso en el mejor de los casos. En el peor han venido para que les vean cantar. La única evolución musical que experimentan es la consabida práctica que adaptar el canto de una canción profana y ponerle una letra “religiosa”. El resultado es lo contrario que pretende la música litúrgica y que bien expresaba Benito Jerónimo Feijoo en el s. XVIII: «El que oye en el órgano el mismo menuet que oyó en el sarao, ¿qué ha de hacer, sino acordarse de la dama con quién danzó la noche antecedente? De esta suerte, la Música, que había de arrebatar el espíritu del asistente desde el Templo terreno al Celestial, le traslada de la Iglesia al festín. Y si el que oye, o por temperamento, o por hábito, está mal dispuesto, no parará ahí la imaginación».
Ahora que está de moda lo de “Save the...”, propongo un “Save the choirs”. Y además, una campaña contra los “padrenuestros” cantados que son cualquier cosa menos esa oración. Y si queda tiempo, otra campaña más: la de hacer caso a Sacrosanctum Concilium 54: «Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde». Aunque me valdría lo de cantar juntos partes del ordinario de la Misa, quitando lo de “en latín”, porque a veces ni los cantos del ordinario de la Misa se saben cantar en su versión más simple. Save the choirs, save the liturgy, save the world...

Adolfo Ivorra

3 comentarios:

  1. Di que sí... Yo toco el órgano en misa (o he intentado tocar...)

    Y es que era ponerme al órgano y empezar a salir críticas por todas partes: "que no llegamos al tono"... Lo bajaba cinco o siete: "que no llegamos"...

    "Que nos gustan canciones más modernas"...

    Al final a uno se le quitan las ganas de tocar el órgano con fe y devoción...

    Quiero recuperar la música en misa... ¡Pero es tan difícil luchar contra las hordas de cantantes "autosuficientes" que se piensan que lo suyo es lo mejor y no hay otra cosa...!

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  2. Se han cometido muchos y graves abusos, y con pena sabesmos que se siguen cometiendo con total impunidad, en todo lo que refiere a la Sagrada Liturgia. Los sacerdotes hacen suya la liturgia, cuando la Santa Liturgia es de Cristo y de su Iglesia. Hemos visto y vemos cantos inapropiados en Misa, se convierten las Misas en verbenas, y se olvida la sacralidad de la misma. El canto ennoblece la oración de la Iglesia, y así ha de ser siempre, tal y como nuestro Papa pide siempre. Me contaban inclusive no hace mucho el caso de un entierro, en el que se ponía un CD, que está prohibido, pusto que no es participativo como aducen los progresistas, de cantos de guitarra sentimentalistas y absurdos, nada apropiados para unas exequias... Ya todo roza el mal gusto además de la vulneración de la Sagrada Liturgia, Espacio Litúrgico para los modernistas...

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  3. Personalmente, me molesta realmente el Padrenuestro cantado.He cambiado de Iglesia, desde que se les dió por cantarlo. Es que me parece una oración bellísima, pero para rezarla con todas las ganas, nó para cantarla, que personalmente me distrae y se diluye.
    Por suerte no es muy frecuente en Argentina, a pesar de todo

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