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domingo, 7 de agosto de 2011

Misa antigua y Ritos orientales



Traemo un artículo de Marco Bongi , publicado en Messa in Latino, y traducido por Acción Litúrgica:

 
"Me he preguntado alguna vez, como siempre los eclesiásticos y liturgos “conciliarmente correctos”, a diferencia de su desprecio, por no decir odio, hacia la Santa Misa tridentina, se muestran sin embargo absolutamente obsequiosos y respetuosísimos hacia las liturgias orientales, sean católicas u ortodoxas, poco importa.

En efecto o he leído jamás un artículo o un libro en los cuales se denuncie el hecho de que son celebradas en una lengua muerta como el griego antiguo o el slavonico, donde se critique el “rubricismo” o la redundancia del rito, la falta de “actuosa participación” de parte de los laicos, la insuficiente “creatividad” del celebrante. Por mucho que san completamente opuestas una a la otra.

En las comparaciones de los “hermanos separados” es absolutamente indispensable prestar atención y quizás simular una veneración frente a ritos completamente extraños al espíritu litúrgico post-conciliar.

Digo simular porque no puedo pensar que uno de nuestros teólogos activos como Gianfranco Ravasi o Bruno Forte, puedan sinceramente apreciar la consagración escondida tras el iconostasio y pueda, al día siguiente, alabar el altar vuelto al pueblo o la celebración de la asamblea presidida por el “ministro ordenado”.

¿Todo esto es hipocresía o simplemente sensiblidad diplomática? No acierto a comprender. De todas formas, un hecho parece cierto. Sobre la cuestión de la Santa Misa de siempre hay una cuestión que trasciende la simple argumentación teológica. ¿Si no es así porque no se aplica a ella la misma benevolencia intelectual que en la comparación de los ritos orientales?

Creo verdaderamente que esto tiene relación con la dimensión universal de la Misa antigua, con la eclesiología que la sostiene. Las liturgias orientales son toleradas, pese a su fixismo y el hieratismo que emanan, porque se refieren a pequeñas iglesias “reliquias” o a fragmentos de la Iglesia Católica repartidos en “partibus infidelibus”.

Ninguna de ellas está en superioridad respecto a los Estados civiles, ni puede oponerse a las orientaciones mundanas en un plano global. No están en condición, o no desean, perturbar a los que gobiernan, sean gobiernos islámicos o comunistas, sea emperador bizantino o sultán turco.

Si, por el contrario, Pedro recuperase plenamente su propia Autoridad y la Iglesia Romana su dimensión vertical y jerárquica, el peligro para la sociedad contemporánea secularizada sería otro bien distinto. 

La Santa Misa Tridentina expresa de modo perfecto la trascendencia, la universalidad y la verticalidad del encuentro entre el hombre y Dios. Por eso pienso que no puede lograr el respeto, la tolerancia de algunos, incluso eclesiásticos, que idolatran la modernidad y los “valores” propios de la revolución francesa"

Marco BONGI

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