“El sacerdote no va solo al cielo o al infierno; va acompañado de las personas que ha ayudado o a las que ha escandalizado. Por eso: Me apartaré de todo aquello que me distraiga de mi vocación sacerdotal. Trabajaré sin descanso a favor del Evangelio. Lo haré todo con la paciencia y la dulzura de san Francisco de Sales. Cada día dedicaré un tiempo a la oración personal. Me mantendré siempre disponible a los demás, sobre todo en lo referente a la educación de la fe”.
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