Tras un tiempo decidimos traer una nueva sección a nuestro blog que versará sobre grandes obispos, excelsos pastores de la Iglesia. Con no poco pesar, muchas veces miramos a nuestro alrededor, y nos sentimos como escribe San Marcos, "sicut oves sine pastor", como ovejas sin pastor. Poco queda ya hoy de aquella excelencia de vida y virtudes, así como de la ciencia erudita de los prelados de antaño. Parece que estamos saliendo de ese escollo, y contamos con nuevos retoños en el anquilosado episcopado setentero, absolutamente trasnochados en unas ideas dispersas y nocivas, en rebeldía latente contra el Romano Pontífice. Esto no es ataque alguno a nadie, aunque sabemos de sobra que algún mitrado que nos lea, se sentirá atacado, pero eso será porque no es todo lo fiel que debería ser, porque aquí solo deseamos poner ejemplos de santidad episcopal. Por este motivo queremos traer aquí el ejemplo de tantos obispos, canonizados o no, que en su vida episcopal fueron fieles apóstoles de la verdad, y de la Tradición, que no es otra cosa que la Fe inalterable recibida como depósito sagrado. No podemos dejar de recordar a tantos obispos injustamente olvidados y perseguidos, tachados y señalados, pero creemos que ese es el mayor síntoma de su santidad y su imitación perfecta de Cristo, perseguido y crucificado.
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