martes, 21 de junio de 2011

San Luis Gonzaga


El Patrón de la Juventud Católica, San Luís Gonzaga, nació el 9 de marzo de 1568 en Lombardía. Su entrega a Dios en su infancia fue completa y absoluta y ya en su adolescencia, a sus diecisiete años renunciaba a sus derechos de príncipe de Mantua a favor de su hermano y decidió ingresar a la Compañía de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre, un alto dignatario de la corte de Felipe II de España, que soñaba para él una exitosa carrera militar.

Siendo aún adolescente, se juzgaba a sí mismo más apto para mandar que para obedecer: la cólera, la impaciencia y el descontento afloraron por mucho tiempo a su conciencia, y se humillaba por ello ante Dios.

Ante el altar de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Madrid, se siente llamado a entrar en la Compañía de Jesús, el día de la Asunción del año 1583. No le importa fatigarse para mantener una constante unión con Dios pues "no pensar en Dios en todo momento me causaría más fatiga".

Cinco años de luchas contra su propia voluntad, de dependencia de la autoridad de los superiores tanto en el noviciado como durante sus estudios y, sobre todo, el acto heroico de caridad de tomar a un apestado sobre sus hombros para llevarlo al hospital, fueron suficientes para colmar la misión del joven religioso en la Iglesia.

Muchos santos se sometieron a actos de penitencia tan intensos que parecen casi masoquistas. San Luís Gonzaga fue uno de tales penitentes rigurosos. Ayunaba tres días a la semana con pan y agua se flagelaba, rehusaba ninguna calefacción en sus aposentos y se privaba del sueño.

Como Aloisio tuvo que aprender, sin embargo, que la penitencia autoimpuesta a menudo no es tan difícil como la obediencia. Tras ingresar en la Orden de los Jesuitas, Luís tuvo que comer más, pasar tiempo relajándose con los demás estudiantes, y limitar las horas que dedicaba a la oración. Aunque fue obediente, no debió resultarle fácil. La obediencia nunca lo es.

Estando en Milán y por revelación divina, San Luís comprendió que no le quedaba mucho tiempo de vida. Aquel anuncio le llenó de júbilo y apartó aún más su corazón de las cosas de este mundo. Por consideración a su precaria salud, fue trasladado de Milán a Roma para completar sus estudios teológicos, siendo los atributos de Dios los sus temas de meditación favoritos.

En 1591 atacó con violencia a Roma una epidemia de fiebre; los jesuitas abrieron un hospital y el santo desplegó una actividad extraordinaria; instruía, consolaba y exhortaba a los enfermos, y trabajaba con entusiasmo y empeño en las tareas más repugnantes del hospital.

San Luís falleció en la octava del corpus Christi, entre el 20 y 21 de junio de 1591, a los 23 años de edad. Fue canonizado en 1726.

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