martes, 28 de febrero de 2012

Peregrinación Tradicional a Tierra Santa


Acogiendo la sugerencia del Santo Padre Benedicto XVI y de la Santa Sede con motivo del Año de la Fe, la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina organiza una peregrinación a Tierra Santa.

Durante la peregrinación los fieles tendrán oportunidad de meditar sobre el Credo Apostólico, participar en la celebración diaria de la Santa Misa, con la Forma Extraordinaria del Rito Romano, diversos momentos de oración y de recibir el sacramento de la penitencia.

Para más información enlazo la web de la Fraternidad.

Forma Extraordinaria en Santander


Tras la entrevista de Una Voce Cantabria con el Obispo de Santander, Monseñor Vicente Jiménez Zamora, se iniciará la celebración de la Santa Misa con la Forma Extraordinaria del Rito Romano en la ciudad de Santander.

Las celebraciones, comenzarán el próximo día 8 de marzo a las 20,15 horas, y tendrán carácter mensual: los terceros miércoles de mes a la misma hora. El lugar elegido es la céntrica parroquia del Santísimo Cristo, Cripta de la Catedral de Santander, contando para ello con el beneplácito de su párroco, el reverendo don Francisco Sánchez Gutiérrez. El celebrante será el sacerdote diocesano reverendo don Manuel Muela, párroco de San Vicente Mártir, en la Vega de Liébana.

Hoc Signo

Erigidas dos Parroquias Personales para la Forma Extraordinaria en Suiza


Mons. Vitus Huonder, Obispo de Chur, ha constituido como parroquias personales para la Forma Extraordinaria, la Parroquia de María Inmaculada en Oberarth, para los fieles de Suiza central, y la Parroquia de San Maximiliano Kolbe para los fieles del Cantón de Zurich.

En el comunicado se aclara que en realidad no es que se creen estas dos parroquias personales, sino que más bien es la oficialización de una situación pre-existente que no era muy clara, ya que existían con anterioridad dos centros en donde se celebraba la Santa Misa según la Forma Extraordinaria. No se trata de una ocurrencia del obispo, sino del reconocimiento a dos comunidades pro Liturgia tradicional que ya estaban funcionando.

La creación de estas dos Parroquias personales no ha sido fácil. El Obispo sufrió la oposición beligerante de algunos de sus colaboradores -en la línea de un supuesto progresismo trasnochado- y hubo de acudir incluso a Roma. En Roma, Monseñor Huonder recibió un gran respaldo de la Congregación para los Obispos y del propio Santo Padre.

domingo, 26 de febrero de 2012

Altar Católico en Sevilla


Como ya es habitual, la Real e Ilustre Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Sagrada Columna y Azotes de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de la Victoria, vulgo de "Las Cigarreras", de Sevilla, ha dispuesto el altar para sus cultos conforme a la catequesis litúrgica del Santo Padre, con la cruz central, además de un bello antipendio.

Por qué los sacerdotes deben estudiar latín


La importancia de volver a apropiarse, sin intermediaciones, de una herencia cultural extraordinariamente rica

Por qué los sacerdotes deben estudiar latín

Publicamos pasajes de una de las relaciones pronunciadas en el congreso organizado por el «Pontificium Istitutum Altioris Latinitatis» en la Pontificia Universidad Salesiana y dedicado al quincuagésimo aniversario de la constitución apostólica «Veterum sapientia».

La segunda mitad del siglo XX marcó —y no sólo a nivel eclesial— un viraje en la historia del uso de la lengua latina. Pasada de moda ya desde siglos como instrumento de la comunicación erudita, resistió en la escuela como materia de estudio en los programas educativos de nivel secundario superior, y, en la Iglesia católica, en general, como medio de expresión de la liturgia y de la transmisión de los contenidos de la fe y de un amplio patrimonio literario que va desde la especulación teo-filosófica hasta el derecho,desde la mística y la hagiografía hasta los tratados sobre arte, música e incluso ciencias exactas y naturales.

Con el tiempo, sin embargo, al menos bajo el aspecto de propaganda, la lengua latina acabó convirtiéndose, en gran parte, en propiedad cada vez más característica de la formación clerical en la Iglesia católica, hasta el punto de dar vida a una espontánea, aunque tal vez inapropiada, identificación entre la Iglesia romana y la entidad lingüística latina, que en ella encontró, en esta fase crítica, un vigor al menos aparente.

«Aparente» porque, si se consideran a posteriori las circunstancias actuales, todo haría pensar en que las palabras del beato Juan XXIII, dirigidas el 7 de septiembre de 1959 a un congreso de cultivadores de la lengua latina, no sólo no fueron escuchadas, sino que la cuestión del uso e incluso de la misma enseñanza de la lengua latina, también en el contexto eclesial, ya procedía probablemente por las sendas de una radical restricción. «Por desgracia, hay muchos que, exageradamente seducidos por el extraordinario progreso de las ciencias, tienen la presunción de rechazar o restringir el estudio del latín y de otras disciplinas de esa clase».

Con todo, a pesar de las dificultades, los sacerdotes tienen hoy la convicción de que la finalidad del estudio del latín es conocer una civilización y medir sus valores, intereses y significados, analizando enseñanzas y fundamentos teóricos en la perspectiva de una comprensión crítica del presente. Se trata de una señal decididamente alentadora del mundo y de la Iglesia contemporánea, dispuesta a no observar la lección y el estudio del pasado como una mirada superflua o retrógrada inútilmente dirigida a la recuperación de algo ya pasado, sino como nueva apropiación, directa y sin intermediarios, de un mensaje de extraordinaria riqueza doctrinal, cultural y pedagógica, de una herencia intelectual demasiado amplia, fecunda y arraigada como para dejar presuponer cualquier ruptura de sus raíces.

En el estado actual, parece improbable lograr que el sacerdote aprecie, mucho menos en la fase inicial de su itinerario formativo, el valor del latín como lengua dotada de nobleza de estructura y de léxico, capaz de promover un estilo conciso, rico, armonioso, lleno de majestad y dignidad, que favorece la claridad y la gravedad, capaz de promover toda forma de cultura, la humanitatis cultus, entre los pueblos.

En esta recuperación de una identidad cultural propia, en esta reanudación a fondo de las motivaciones de la presencia misma de la Iglesia en la sociedad es donde se configura la importancia del latín en el curriculum escolar de los aspirantes al sacerdocio, rescatándola de todo planteamiento simplicista — y también incorrecto y reductivo— sobre su funcionalidad práctica y rehabilitando su papel de materia ampliamente formativa.

En esta perspectiva Pablo VI, en el Motu Proprio Studia latinitatis —con el que instituyó, en el entonces Ateneo Salesiano, el Pontificio Instituto Superior de Latinidad— reafirmaba con decisión al inicio mismo del texto el estrecho vínculo entre el estudio de la lengua latina y la formación para el sacerdocio, reafirmando el carácter de inevitabilidad de un aprendizaje no escaso del latín.

Monseñor Celso Morga Iruzubieta 
Secretario de la Congregación para el Clero


25 de febrero de 2012

Peregrinación tradicional a Tréveris


Del 20 al 22 de abril de este año las comunidades unidas a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei acompañarán a Su Eminencia el Cardenal Brandmüller en una peregrinación a la ciudad de Tréveris (Trier) en Alemania, para venerar la reliquia de la Santa Túnica de Cristo. La peregrinación incluirá la celebración de la Santa Misa solemne y de Vísperas pontificales, con la Forma Extraordinaria del Rito Romano.

FSSP
Acción Litúrgica

viernes, 24 de febrero de 2012

Via Crucis

 
Primera estación

Jesús condenado a muerte 
 
Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Sentado en el tribunal
da Pilatos la sentencia
condenando a la Inocencia,
y absolviendo al criminal.
Procedo de modo igual,
cuando por motivos vanos,
cedo a respetos humanos,
y en la tentación consiento,
dándole a Jesús tormento,
aunque me lave las manos.
 
 Considera, alma, en esta primera estación, que es la casa de Pilato, donde fue rigurosamente azotado el Redentor del mundo, coronado de espinas y sentenciado a muerte.
¡Oh suavísimo Jesús, que quisisteis ser tenido como vil esclavo delante del sacrílego pueblo!
Suplícoos, Señor mío, que por esta mansedumbre vuestra mortifique yo mi soberbia, para que, sufriendo las afrentas de esta vida humildemente, logre gozaros en la eterna gloria. Amén.
Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Segunda estación

Jesús con la cruz a cuestas

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Bajo la cruz que le inclina
deja Cristo nuestro Bien,
la ingrata Jerusalén,
y al Calvario se encamina.
Con su mirada divina
me invita a seguirle en pos...
¡Oh Jesús, Hijo de Dios,
dadme a entender el misterio
de la Cruz,y su improperio
saldré llevando con Vos! 

En la cruz estaba el peso de todas las iniquidades del mundo. Y, sin embargo, Jesús, todo cariño, todo amor, todo deseo de redimirnos, la recibe con una santa alegría sólo por mi salvación.
Y yo, ¿no he de sufrir nada por mi Dios?
Ruégoos, Señor, me deis favor para que tome gustoso la cruz de la penitencia, a fin de que pueda veros y os abrace siempre en el cielo. Amén.

Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Tercera estación

Jesús cae por primera vez bajo la cruz

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Bajo la cruz que le oprime,
el divino Redentor,
cae en tierra y su dolor,
de las culpas nos redime;
el manso Cordero gime,
pero su tierno balido,
no parece ser oído,
Jesús de mi corazón,
por vuestra muerte y pasión,
levantad al que ha caído.

¡Qué triunfo para sus enemigos! ¡Qué burlas y que blasfemias al verle caer! Y yo, ¿cuántas veces he escandalizado a otros? ¿cuántas veces no he corregido las burlas y blasfemias de otros? Ruego a vuestra divina clemencia que me deis gracia para que me levante de la culpa y que esté siempre firme en el cumplimiento de vuestros mandamientos. Amén.
Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Cuarta estación

Jesús encuentra a su Santísima Madre

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
En la calle de Amargura
la Madre al Hijo ha encontrado
y sus ojos se han mirado
con infinita ternura.
¡Quién pudiera, Madre pura,
vuestra pena compartir,
y a Jesucristo seguir,
hasta llegar a la cima,
de un alma que sólo estima,
o padecer o morir! 

Qué martirio tan cruel al encontrarse los dos frente a frente. Los corazones del Hijo y de la Madre traspasados de dolor, se ofrecen entonces por mi a tan doloroso sacrificio. Y yo, ¿no amaré toda mi vida los corazones de Jesús y María?
Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Quinta estación

Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Temen que el Divino Reo
llegar no pueda a la cumbre.
¡Tan grande es la pesadumbre!
¡Tan infame su deseo!
Obligan al Cireneo,
a que la carga le lleve.
¿Qué cristiano no se mueve,
a ayudar al Buen Jesús,
si el peso de nuestra cruz,
yendo con El, será leve? 

¡Oh amantísimo Jesús! Pues por mi amor llevasteis tan pesada cruz, y quisisteis que en la persona del Cirineo os ayudásemos a llevarla, os suplico, Señor, me abrace con la cruz de la abnegación de mí mismo; para que siguiendo vuestros pasos, consiga los eternos goces. Amén.
Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Sexta estación

La Verónica enjuga el rostro a Jesús

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Una mujer compasiva,
fija en Jesús la mirada
y a la Hermosura afeada,
ve con la sangre y saliva.
Detiene a la comitiva;
y viendo al sol eclipsado,
con un velo tresdoblado,
enjuga el Rostro divino,
que un prodigio peregrino,
deja en el lienzo estampado. 

Considera, alma, en esta sexta estación, cómo es el lugar donde salió la mujer Verónica, que viendo a su Majestad fatigado, y su rostro obscurecido por el sudor, polvo, salivas y bofetadas que le dieron, se quitó un lienzo con que le limpió.
¡Oh hermosísimo Jesús, que siendo afeado vuestro rostro con las inmundas salivas, os limpió el sudor aquella piadosa mujer con las tocas de su cabeza, y quedó impreso en ellas! Os suplico, Señor, que estampéis en mi alma la imagen de vuestro santísimo rostro y me deis vuestro favor para conservarla siempre. Amén.

Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.

Séptima estación

Jesús cae por segunda vez

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Abrumado por el leño,
de infinita pesadez,
en tierra segunda vez,
sucumbe el Divino Dueño.
Jesús por vuestra caída,
libradme de recaída
en el pecado mortal,
que es mal sobre todo mal,
pues da la muerte a la Vida. 

¡Oh Santísimo Jesús, que por la fatiga grande de vuestro delicado cuerpo caísteis por segunda vez con la cruz! Os suplico, Señor me hagáis conocer el inmenso peso que tienen mis pecados, y dadme vuestra gracia para que no me arrastren a la eterna pena. Amén.
Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.

Octava estación
 
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
 Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Dan muestras de sentimiento,
unas mujeres llorosas,
que de Cristo dolorosas,
iban en el seguimiento.
Jesús responde a su acento:
Hijas de Jerusalén,
no lloréis por Mí,
antes bien,
llorad por vuestro pecado,
pues árbol que se ha secado,
será cortado a cercén.

 "No lloréis por Mí", les dice, "sino por vosotras y por vuestros hijos", esto es, por los castigos de los pecados. ¡Y yo pecando sin cesar, y mis confesiones tan frías, y mis recaídas tan prontas!.
Concededme, oh Señor mío, que con fervorosas lágrimas, de contrición lave mis pecados, para que esté siempre en vuestra gracia y amistad. Amén.

Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Novena estación
 
Jesús cae por tercera vez bajo la cruz

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Como Isaac al sacrificio,
sube Cristo al monte santo,
y cae bajo el quebranto
del doloroso suplicio.
¡Cuántas veces en el vicio
recaíste, pecador.
De esta sangre, oh Redentor,
que a raudales de Vos brota,
dadme al menos una gota,
dadme vuestro casto amor. 

¿Cómo caéis tantas veces, Jesús mío, si sois, la misma fortaleza de Dios?
Pues mira: Yo he caído para enseñarte a levantarte de tus caídas con el dolor de tus culpas, confesándolas humildemente y poniendo toda confianza en Mí.Amén.

Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Décima estación

Desnudan a Jesús, y le dan de beber hiel.

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Con osada demasia,
le arrancan las vestiduras
y exponen sus carnes puras
a la luz del claro día.
¡Flor de la Virgen María!
Este mismo desacato
cometo sí sin recato,
profano en mí vuestro templo,
siguiendo en esto el ejemplo
de quien os dio tan mal trato. 

 ¿En qué pensabais, Jesús mío, cuando os arrancaban vuestros vestidos, juntamente con los pedazos de vuestra carne?... Yo le ofrecí todo a mi Padre eterno, para que tu no sintieras arrancar de ti aquel objeto, aquella ocasión, aquel vicio que te esclavizaba. Ya sabes que toda fuerza está en morir antes que volver a cometerlo. Amén.
Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Undécima estación
 
Jesús clavado en la cruz

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Jesús extiende sus brazos,
manos y pies; los verdugos,
entre sangre a borbotones,
los clavan a martillazos.
Quiero mi Dios,con abrazos,
pagar amor tan profundo
viviendo para este mundo,
crucificado de hoy más;
y a mí, mundo, lo estarás,
pues ya de ti me confundo. 

Considera, alma, en esta undécima estación, cómo es el lugar donde fue clavado el Señor en la cruz; y oyendo su santísima Madre el primer golpe de martillo, sintió vivísimo dolor en su Corazón; y más, al ver que le ponían otra vez la corona de espinas con gran crueldad y fiereza.
¡Oh clementísimo Jesús, que sufristeis ser extendido en la cruz y que clavasen vuestros pies y manos en ella! Os ruego, Señor mío, por vuestra inefable caridad, no extienda yo mis pies y manos a maldad alguna, sino que siempre viva crucificado con Vos. Amén.

Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 

Duodécima estación
 
Jesús muere en la cruz

Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Del Padre desamparado,
colgado entre dos ladrones,
insultado de sayones,
por la sed atormentado,
deja al discípulo amado
la prenda que más quería;
con tres horas de agonía,
consuma la nueva Ley;
y en el leño reina el Rey
de la antigua profecía. 

Mírale: sus pies clavados para sujetar los tuyos: sus brazos extendidos para abrazarte, su costado abierto para recibirte, inclinada la cabeza para darte el beso de reconciliación... ¿Cuándo os amaré Jesús mío, como vos me habéis amado?
¡Oh divino Jesús, que crucificado entre dos ladrones fuisteis levantado a vista de todo el mundo y padecisteis tormentos insufribles! Ruégoos, Señor mío, sanéis mi alma, y que sólo a Vos ame, a Vos quiera y por Vos muera. Amén.

Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
 
Decimotercera estación

Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre
 
Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Dos varones abnegados
descuelgan el cuerpo santo,
que riegan con tierno llanto
unos ojos anegados.
¡Cuál pararon mis pecados
el santo cadáver yerto!
En este costado abierto,
pondré Señor,mi mansión,
siendo vuestro Corazón,
para mí, seguro puerto. 

Madre de los Dolores, dejadme adorar el cadáver de vuestro Hijo... Ven, pecador: mira su rostro desfigurado, sus ojos amarillos, su boca ensangrentada, sus manos y pies taladrados, su costado abierto, todo su cuerpo destrozado. ¡He aquí la justicia de Dios! ¡He aquí la enormidad de tu pecado!
¡Oh Madre de misericordia! Por las penas que padecisteis cuando pusieron a vuestro amado Hijo en vuestros brazos, y fue ungido por vuestras manos, suplícoos me alcancéis un grande dolor de haberle ofendido y compasión de vuestras muchas penas. Amén.

Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.
Decimocuarta estación

Jesús es puesto en el sepulcro
 
Adorámoste, Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
 
Con cien libras de mixtura
ungen el cuerpo llagado,
que con vendajes ligado
dejan en la sepultura,
tallada en la peña dura.
Por la Santa Eucaristía,
un sepulcro, Madre mía,
quiero yo ser, como Vos,
viviendo sólo por Dios,
con Jesús y con María. 

También mi alma es sepulcro de Jesús en la Santa Comunión. Hacéos, Señor, en ella un sepulcro todo nuevo, purificándola de sus manchas, y no permitáis que en adelante vuelva a daros más la muerte con mis pecados. ¡Oh purísima Señora! Por la grande pena que padecisteis cuando os quitaron de vuestros brazos a vuestro soberano Hijo para ponerlo en el sepulcro, os suplico me alcancéis de su divina Majestad ablande mi duro corazón y coloque en él un amor grande para amarle y servirle. Amén.
Padrenuestro y Avemaría.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su afligida Madre. Amén.

Ordenaciones diaconales en Roma




El pasado sábado 18 de febrero, el Prelado del Opus Dei Mons. Javier Echervarría, ordenó diáconos a 3 miembros de la Prelatura en la iglesia de San Josemaría (Roma).

Destacamos el uso de la dalmática pontifical por parte del obispo. 


Prelatura del Opus Dei

jueves, 23 de febrero de 2012

Esplendor de la Liturgia en Florencia, Italia










El pasado 19 de febrero, tras su creación cardenalicia, Su Eminencia el Cardenal Giuseppe Betori, Arzobispo de Florencia, ofició la Santa Misa Novus Ordo en la Catedral de Santa María de las Flores, en Florencia, en acción de gracias por su púrpura. 

Destacamos el uso de espléndidos ornamentos tradicionales, así como la dalmática pontifical.

50 Aniversario de la Veterum Sapientia



VETERUM SAPIENTIA

RENACIMIENTO, ESTUDIO Y USO DEL LATÍN

Constitución Apostólica del Papa Juan XXIII



PRIMERA PARTE

Excelencia y méritos de la lengua latina


La antigua sabiduría encerrada en la literatura de los griegos y de los romanos, así como las preclaras enseñanzas de los pueblos antiguos, deben considerarse como una aurora preanunciadora del Evangelio que el Hijo de Dios, árbitro y maestro de la gracia y de la doctrina, luz y guía de la humanidad[1], ha anunciado en la tierra. En efecto, los padres y los Doctores de la Iglesia reconocieron en esos antiquísimos e importantísimos monumentos literarios, cierta preparación de los espíritus para recibir las riquezas divinas, que Jesucristo en la economía de la plenitud de los tiempos[2] comunicó a los hombres; por consiguiente, con la introducción del cristianismo en el mundo, nada se perdió de cuanto los siglos precedentes habían producido de verdadero, de justo, de noble y de bello.


Es una herencia preciosa transmitida a la Iglesia

Por tanto, la Iglesia rindió siempre sumo honor a estos venerables documentos de sabiduría, y sobre todo a las lenguas griega y latina, que de la sabiduría misma son como el áureo ropaje; y acogió asimismo el uso de otras venerables lenguas, florecidas en Oriente, que mucho contribuyeron al progreso humano y a la civilización y que, usadas en los sagrados ritos y en las versiones de las Sagradas Escrituras, se encuentran aún en vigor en algunas naciones, como expresión de un antiguo uso, ininterrumpido y vivo.

En esta variedad de lenguas se destaca sin duda la que, nacida en el Lacio, llegó a ser más tarde admirable instrumento para la propagación del cristianismo en Occidente. Ya que, ciertamente no sin especial providencia de Dios, esta lengua, que durante muchos siglos unió a muchas gentes bajo la autoridad del Imperio; llegó a ser la lengua propia de la Sede Apostólica[3] y, conservada para la posteridad, unió entre sí con estrecho vínculo de unidad a los pueblos cristianos de Europa.


Las dotes del latín corresponden a la naturaleza y la misión de la Iglesia.

En efecto, la lengua latina es por su naturaleza perfectamente adecuada para promover cualquier forma de cultura en cualquier pueblo: no suscita celos, se muestra imparcial con todos, no es privilegio de nadie y es bien aceptada por todos. Y no cabe olvidar que la lengua latina tiene una conformación propia, noble y característica: un estilo conciso, variado, armonioso, lleno de majestad y de dignidad[4] que conviene de modo singular a la claridad y a la gravedad.

Por estos motivos la Sede Apostólica se ha preocupado siempre de conservar con celo y amor la lengua latina, y la ha estimado digna de usarla ella misma, como espléndido ropaje de la doctrina celestial y de las santísimas leyes[5],en el ejercicio de su sagrado ministerio, así como de que la usaran sus ministros. Donde quiera que éstos se encuentren, pueden, con el conocimiento y el uso del latín, llegar a saber más rápidamente todo lo que procede de la Sede Romana, así como comunicarse más libremente con ella y entre sí.

Por lo tanto, el pleno conocimiento y el fácil uso de esta lengua, tan íntimamente ligada a la vida de la Iglesia, interesan más a la religión que a la cultura y a las letras[6], como dijo Nuestro Predecesor de inmortal memoria, Pío XI, el cual indagando científicamente sus razones, indicó tres dotes de esta lengua, en admirable consonancia con la naturaleza de la Iglesia. En efecto, la Iglesia, al abrazar en su seno a todas las naciones y al estar destinada a durar hasta la consumación de los siglos, exige por su misma naturaleza una lengua universal, inmutable, no popular[7].


Lengua universal

Dado que toda la Iglesia tiene que depender de la Iglesia Romana y que los Sumos Pontífices tienen verdadera potestad episcopal, ordinaria e inmediata, no solamente sobre todas y cada una de las iglesias, sino también sobre todos y cada uno de los Pastores y fieles[8] de todos los ritos, pueblos y lenguas, resulta como consecuencia que el instrumento de mutua comunicación debe seruniversal y uniforme sobre todo entre la Santa Sede y las diferentes Iglesias del mismo rito latino. Por lo tanto, los Romanos Pontífices cuando quieren instruir a los pueblos católicos, lo mismo que los Ministerios de la Curia Romana en la resolución de asuntos y en la redacción de decretos que afectan a toda la comunidad de los fieles, usan siempre la lengua latina, por ser ésta aceptada y grata a todos los pueblos como voz de la madre común.


Lengua inmutable

No tan sólo universal sino también inmutable debe ser la lengua usada por la Iglesia. Porque si las verdades de la Iglesia Católica fueran encomendadas a algunas o muchas de las mudables lenguas modernas, ninguna de las cuales tuviera autoridad sobre las demás, acontecería que, varias como son, no a muchos sería manifiesto con suficiente precisión y claridad el sentido de tales verdades, y por otra parte no habría ninguna lengua que sirviera de norma común y constante, sobre la cual tener que regular el exacto sentido de las demás lenguas. Pues bien, la lengua latina, ya desde hace siglos sustraída a las variaciones de significado que el uso cotidiano suele introducir en los vocablos, debe considerarse fija e invariable, ya que los nuevos significados de algunas palabras latinas, exigidos por el desarrollo, por la explicación y defensa de las verdades cristianas, han sido desde hace tiempo determinados en forma estable.


Tesoro incomparable y clave de la tradición

Además, la lengua latina, a la que podemos verdaderamente llamar católica[9] por estar consagrada por el constante uso que de ella ha hecho la Sede Apostólica, madre y maestra de todas las Iglesias, debe considerarse un tesoro ... de valor incomparable[10], una puerta que pone en contacto directo con las verdades cristianas transmitidas por la tradición y con los documentos de la enseñanza de la Iglesia[11] ; y, en fin, un vínculo eficacísimo que une en admirable e inalterable continuidad a la Iglesia de hoy con la de ayer y de mañana.


Eficacia formativa

Además, no hay nadie que pueda poner en duda toda la eficacia especial que tienen tanto la lengua latina como, en general, la cultura humanística, en el desarrollo y formación de las tiernas mentes de los jóvenes. En efecto, cultiva, madura y perfecciona las mejores facultades del espíritu; da destreza de mente y fineza de juicio; ensancha y consolida a las jóvenes inteligencias para que puedan abrazar y apreciar justamente todas las cosas y, por último, enseña a pensar y a hablar con orden sumo.


Por estos méritos la Iglesia la ha sostenido siempre y la sostiene.

Si se ponderan, en efecto, estos méritos, se comprenderá fácilmente por qué tan frecuentemente los Romanos Pontífices no solamente, han exaltado tanto la importancia y la excelencia de la lengua latina sino que incluso han prescrito su estudio y su uso a los sagrados ministerios del clero secular y regular, denunciando claramente los peligros que se derivan de su abandono.

También Nos, por lo tanto, impulsados por los mismos gravísimos motivos que ya movieron a Nuestros Predecesores y a los Sínodos Provinciales[12], deseamos con firme voluntad que el estudio de esta lengua, restituida a su dignidad, sea cada vez más fomentado y ejercitado. Y como el uso de latín se pone durante nuestros días en discusión en algunos lugares y muchos preguntan cuál es a este propósito el pensamiento de la Sede Apostólica, hemos decidido proveer con normas oportunas, enunciadas en este solemne documento para que el antiguo e ininterrumpido uso de la lengua latina sea mantenido y donde hubiera caído casi en abandono, sea absolutamente restablecido.

Por lo demás, creemos que Nuestro pensamiento sobre esta cuestión ha sido ya por Nos con suficiente claridad expresado con estas palabras dichas a ilustres estudiosos de latín: “Por desgracia, hay muchos que extrañamente deslumbrados por el maravilloso progreso de las ciencias, pretenden excluir o reducir el estudio del latín y de otras disciplinas semejantes... Nos, en cambio, precisamente por esta impelente necesidad, pensamos que debe seguirse un camino diferente. Del mismo modo que en el espíritu penetra y se fija lo que más corresponde a la naturaleza y dignidad humana, con más ardor hay que adquirir cuanto forma y ennoblece el espíritu, con el fin de que los pobres mortales no lleguen a ser, como las maquinas que construyen, fríos, duros y carentes de amor”[13].



SEGUNDA PARTE


Disposiciones del Papa para un renacimiento del estudio y del uso del latín

Después de haber examinado y ponderado cuidadosamente cuanto hasta ahora se ha expuesto, Nos, en la segura conciencia de Nuestra misión y de Nuestra autoridad, determinamos y ordenamos cuanto sigue:

1. Tanto los Obispos como los Superiores Generales de Ordenes Religiosas provean para que en sus Seminarios y Escuelas, en donde los jóvenes son preparados para el sacerdocio, todos se muestren en este punto dóciles a la voluntad de la Sede Apostólica, y se atengan escrupulosamente a estas Nuestras prescripciones.

2. Velen igualmente con paternal solicitud para que ninguno de sus súbditos, por afán de novedad, escriba contra el uso de la lengua latina tanto en la enseñanza de las sagradas disciplinas como en los sagrados ritos de la Liturgia ni, movidos por prejuicios, disminuya en esta materia la fuerza preceptiva de la voluntad de la Sede Apostólica y altere su sentido.

3. Como se halla establecido tanto por el Código de Derecho Canónico (can. 1.364)[14] como por Nuestros Predecesores, los aspirantes al sacerdocio, antes de empezar los estudios propiamente eclesiásticos, sean instruidos con sumo cuidado en la lengua latina por profesores muy expertos, con método adecuado y por un período de tiempo apropiado, para que no suceda luego que, al llegar a las disciplinas superiores, no puedan, por culpable ignorancia del latín, comprenderlas plenamente, y aún menos ejercitarse en las disputas escolásticas con las que las mentes de los jóvenes se adiestran en la defensa de la verdad[15]. Y esto entendemos que valga también para los que han sido llamados al sacerdocio por Dios ya maduros en edad, sin haber hecho ningún estudio clásico o demasiado insuficiente. Nadie, en efecto, habrá de ser admitido al estudio de las disciplinas filosóficas o teológicas si antes no ha sido plenamente instruido en esta lengua y si no domina su uso.

4. Si en algún país el estudio de la lengua latina ha sufrido en algún modo disminuciones en daño de la verdadera y sólida formación, por haber las escuelas eclesiásticas asimilando los programas de estudio de las públicas, deseamos que allí se conceda de nuevo el tradicional lugar reservado a la enseñanza de esta lengua; ya que todos deben convencerse de que también en este punto hay que tutelar escrupulosamente las exigencias propias de la formación de los futuros sacerdotes, no tan sólo por lo que se refiere al número y calidad de las materias sino también por lo que concierne al tiempo que debe atribuirse a su enseñanza. Que si, por circunstancias de tiempo y de lugar, otras materias hubiesen de ser añadidas a las en uso, entonces o habrá que ampliar la duración de los estudios o esas disciplinas habrán de darse en forma compendiosa, o habrá que dejar su estudio para otro tiempo.

5. Las principales disciplinas sagradas, como se ha ordenado en varias ocasiones, deben ser enseñadas en latín, lengua que por el uso desde hace tantos siglos sabemos que es apropiadísima para explicar con facilidad y con claridad singular la íntima y profunda naturaleza de las cosas[16], porque a más de haberse enriquecido ya desde hace muchos siglos con vocablos propios y bien definidos en el sentido y por lo tanto adecuados para mantener íntegro el depósito de la fe católica, es al mismo tiempo muy adecuada para que se evite la superflua verbosidad. Por lo tanto, los que en las Universidades o en Seminarios enseñen estas disciplinas están obligados a hablar en latín y a servirse de textos escritos en latín. Que si, por ignorancia de la lengua latina, no pueden convenientemente cumplir con estas prescripciones de la Santa Sede, poco a poco sean remplazados por otros profesores más idóneos. Las dificultades, por otra parte, que pueden venir por parte de los alumnos o de los profesores, deben ser superadas por la firme voluntad de los Obispos y Superiores Religiosos, y por la dócil y buena voluntad de los maestros.

6. Dado que la lengua latina es lengua viva dela Iglesia, con el fin de que sea adecuada a las necesidades lingüísticas día a día mayores, y para que sea enriquecida con nuevos vocablos propios y adecuados, en manera uniforme, universal y conforme con la índole de la antigua lengua latina -manera ya seguida por los Santos Padres y por los mejores escritores escolásticos-, damos mandato a la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades de Estudios, con el fin de que cuiden de fundar un Instituto Académico de la lengua latina. Este Instituto, que habrá de tener su propio cuerpo de profesores expertísimos en las lenguas latina y griega provenientes de las diversas partes del mundo, tendrá como finalidad principal -como ocurre con las Academias Nacionales, fundadas para promover las respectivas lenguas- la de dirigir el ordenado desarrollo de la lengua latina, enriqueciendo , si es preciso, el léxico de palabras que sean conformes con la índole y colorido propio; y al mismo tiempo disponer de escuelas de latín de todas las edades y sobre todo de la edad cristiana. En estas escuelas serán formados en el conocimiento más pleno y profundo del latín, en su uso, en el estilo propio y elegante, los que están destinados a enseñarlo en los Seminarios y Colegios Eclesiásticos, o a escribir decretos, sentencias y cartas en los Ministerios de la Santa Sede, en las Curias Episcopales y en las Oficinas de las Ordenes Religiosas.

7. Hallándose la lengua latina estrechamente ligada a la griega por la naturaleza de su conformación y por la importancia de las obras que nos han sido legadas, también en ella, como han ordenado a menudo Nuestros Predecesores, habrán de ser instruidos los futuros ministros del altar desde las escuelas inferiores a medias, con el fin de que cuando estudien las disciplinas superiores y sobre todo si aspiran a los grados académicos en Sagrada Escritura y en Teología, puedan señalar y rectamente comprender no solamente las fuentes griegas de la filosofía escolástica, sino también los textos originales de la Sagrada Escritura, de la Liturgia y de los Santos Padres Griegos[17].

8. Damos orden asimismo a la Sagrada Congregación de Estudios para que prepare un Ordenamiento de los estudios de latín -que habrá de ser observado por todos fielmente- y tal que proporcione a cuantos lo sigan un conveniente conocimiento y uso de esta lengua.

Este programa podrá, por exigencias particulares, ser ordenado de otro modo por las diversas Comisiones de Ordinarios, sin que, sin embargo, sea jamás cambiada o atenuada su naturaleza y su fin. Sin embargo, los Ordinarios no crean poder realizar proyectos sin que la Sagrada Congregación los haya examinado y aprobado primeramente.

Cuanto con esta Nuestra Constitución hemos establecido, decretado, ordenado y solicitado, pedimos y mandamos con Nuestra autoridad que se mantenga definitivamente firme y sancionado, y que ninguna otra prescripción o concesión, incluso digna de mención especial, tenga ya vigor contra esta orden.

Dada en Roma, junto a San Pedro, el 22 de febrero, fiesta de la Cátedra de San Pedro, el año 1962, cuarto de Nuestro Pontificado.


IOANNES P.P. XXIII