viernes, 28 de octubre de 2011

Reivindicaciones modernistas por parte de Obispos alemanes


Algunos clérigos de la Iglesia católica alemana tienen la esperanza de que ésta flexibilice su posición de cara a los fieles divorciados. Mientras tanto, organizan misas para ofrecerles apoyo y consuelo.

Muchos católicos radicados en Alemania se sintieron frustrados cuando el Papa Benedicto XVI culminó la gira de cuatro días por su tierra natal sin responder directamente al llamado de los feligreses a una flexibilización de la Iglesia católica de cara a los creyentes divorciados, a quienes se les sigue negando la posibilidad de comulgar. El presidente federal, Christian Wulff –católico, divorciado y casado en segundas nupcias–, manifestó expresamente su deseo de que el sumo pontífice anunciara una apertura en este sentido. En vano.

La posición de la Iglesia católica no ha cambiado un ápice, con todo y que tanto el arzobispo de Friburgo y presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, Robert Zollitsch, como el cardenal de Múnich, Reinhard Marx, habían defendido una reforma en este ámbito. Durante su último discurso público en suelo germano, Ratzinger enfatizó que la Iglesia católica debía evitar dejarse llevar por las “modas” de la sociedad y buena parte de los obispos alemanes lo secundó; pero, los que no lo hicieron, empiezan a ejercer presión desde abajo.

Funcionarios y fieles en la base de la Iglesia católica alemana siguen albergando la esperanza de hacerse oír en el Vaticano y propiciar cambios apelando a iniciativas propias. Como muestra, un botón: en el arzobispado de Múnich y Freising tuvo lugar hace poco la primera misa ecuménica para creyentes divorciados en el seno de una iglesia católica. La ceremonia se celebró en el templo de Sankt Michael, en Múnich, y atrajo a alrededor de ochenta mujeres y hombres, cuyas edades oscilaban entre los treinta y los ochenta años.

Presión desde la base de la Iglesia católica

Lo que los asistentes tenían en común era su condición de divorciados o el hecho de que vivían separados de sus respectivas parejas. Y los organizadores de la misa se esmeraron en darles la bienvenida, ofreciéndoles consuelo y la posibilidad de hablar abiertamente sobre el dolor, la ira y otros sentimientos comúnmente experimentados tras la ruptura de una relación afectiva. “En este instante siento que sólo puedo enfrentar mis problemas con la ayuda de mi fe y de mi iglesia”, comentaba una de las visitantes de la misa ecuménica.

De momento, son pocos los divorciados católicos que encuentran este tipo de consuelo en las iglesias; la mayoría de ellos se siente más bien rechazada. El derecho canónico no admite el divorcio y a aquellos que se casan nuevamente tras divorciarse no se les permite comulgar. Es una posición que muchos tildan de anacrónica y ajena a la realidad. Y es que, en Alemania, el 40 por ciento de todos los matrimonios termina en divorcio.

“Yo no puedo entender como la Iglesia, que predica la misericordia, puede ser tan inclemente en este tema”, reprochaba uno de los asistentes de la misa para divorciados. Por suerte para él, ha aumentado el número de clérigos que hacen eco de su reclamo desde el corazón de la jerarquía eclesiástica. Uno de ellos es el padre jesuita Karl Kern, director de la iglesia muniquesa Sankt Martin y cofundador de la misa ecuménica para divorciados. A sus ojos, la institución debe abrirse más y extenderle sus brazos a los divorciados.

¿Hasta que la muerte los separe?

“Independientemente de las normas fijadas por el derecho canónico, creo que para estas personas es importante ver que la Iglesia no los deja desamparados, sino que les ofrece espacios para expresar sus sentimientos y pesares, espacios para que recuperen el coraje y la fuerza para dar los siguientes pasos”, señala Kern, acotando que la Iglesia debería mostrar más respeto por las decisiones de consciencia de cada individuo. A su juicio, el hecho de que la Iglesia católica le niegue la bendición a los divorciados que se casan nuevamente entraña problemas de carácter teológico nada despreciables.

Después de todo, argumenta el jesuita, perdonar a una persona y darle la posibilidad de comenzar de nuevo son virtudes cristianas muy antiguas. “También en el Nuevo Testamento puede uno encontrar cláusulas de excepción”, agrega Kern. Según él, fue esa noción de cristianismo lo que lo llevó a organizar las misas ecuménicas para divorciados –que se celebran dos veces al año en Múnich– por primera vez en una iglesia católica. Aunque el Papa se ha mostrado intransigente frente al clamor de los divorciados católicos, muchos de ellos parecen haber encontrado distintas maneras de reconciliar su fe con su estado civil.

“Yo vivo separado de mi esposa. Pero si me divorciara de ella y me sintiera preparado para tomar los sacramentos, lo haría”, decía un visitante de la misa. “El apoyo de la Iglesia, sea católica o evangélica, no es importante para mí. Lo que a mí me importa es el apoyo de Dios. Y yo no lo sé, pero creo que Dios ve esta situación desde otra perspectiva. Uno tiene permitido ser como uno es”, declaraba otra.

Secretum Meum Mihi

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