viernes, 30 de septiembre de 2011
Cardenal Arinzé celebra con la Forma Extraordinaria
Su Eminencia el Cardenal nigeriano Francis Arinze, Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha oficiado la Santa Misa con el misal del Beato Juan XXIII, el pasado 28 de septiembre, en la iglesia del Santo Nombre de Jesús, en Providence, Rhode Island, EE.UU.
San Jerónimo
Hemos admirado en tu obra la utilidad para todas las iglesias, para que los que ignoran, enseñados por los testimonios de las Escrituras, aprendan con qué veneración deben tomar las cosas santas y servir al ministerio del altar de Cristo, y los sagrados cálices, los santos velos y las demás cosas que pertenecen al culto de la pasión del Señor, no como cosas inanes y sin tener santidad por carencia de sentido, sino que por su contacto con el cuerpo y la sangre del Señor, deben ser venerados con la misma majestad que su cuerpo y su sangre.
(Ep 114, 2, de Teófilo a San Jerónimo).
Altares Católicos en Cádiz, España
Triduo al Santo Ángel Custodio,
Parroquia Castrense del Santo Ángel Custodio,
Cádiz
Función de los Santos Arcángeles,
Hermandad de la Santa Caridad,
Parroquia de San Juan de Dios, Cádiz
Altares católicos en Cádiz, España, en la Parroquia Castrense del Santo Ángel Custodio y en la Parroquia de San Juan de Dios, con cruz central flanqueada por los candelabros, a ejemplo de la catequesis del Romano Pontífice.
jueves, 29 de septiembre de 2011
San Miguel Arcángel, Príncipe de las Milicias Celestes
Oh gloriosísimo príncipe de las celestiales milicias, san Miguel Arcángel, defendednos en el combate y en la terrible lucha que sostenemos contra los Principados y las Potestades, contra los príncipes de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos. Venid en auxilio de los hombres, que Dios creó inmortales, formó a su imagen y semejanza y rescató a gran precio de la tiranía del demonio. Pelead, en este día, con el ejército de los santos Ángeles, las batallas del Señor, como ya peleasteis contra el jefe de los soberbios, Lucifer, y contra sus ángeles apóstatas, que fueron impotentes para resistiros y para los cuales no hubo ya lugar en el cielo. Y aquel ángel rebelde, transformado en ángel de tinieblas que todavía se arrastra por la tierra para nuestra ruina, fue precipitado con sus secuaces en los abismos. Mas he aquí que aquel primer enemigo y homicida ha tomado nuevos bríos. Transfigurado en ángel de luz, va dando vueltas, con toda la turba de los malignos espíritus, para invadir la tierra y desterrar el nombre de Dios y de su Cristo, para arrebatar, matar y precipitar en la eterna perdición las almas destinadas a la eterna corona de la gloria. Este dragón maligno, inocula, como río inmundo, en los de mente torcida y corrompido corazón, el veneno de su malicia, el espíritu de mentira, de impiedad y de blasfemia, el hálito pestífero de la impureza, de todos los vicios y de toda iniquidad. Enemigos llenos de astucia han colmado de amargura, han saturado de hiel la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado y han puesto sus impías manos sobre las cosas más santas. Vos, pues, oh príncipe invictísimo, socorred contra las acometidas de los espíritus réprobos al pueblo de Dios y dadnos la victoria. Amén.
Esplendor de la Liturgia en Urbino, Italia
Esplendor de la Liturgia en la Solemne Misa Novus Ordo de Consagración Episcopal de Mons. Giovanni Tani, Arzobispo de Urbino-Urbania-Sant'Angelo in Vado, en la Catedral de Urbino. Como primer consacrante presidió el Cardenal Agostino Vallini, Vicario de Su Santidad para la Diócesis de Roma. Como coconsacrantes estuvieron Mons. Francesco Marinelli, Administrador Apóstolico de Urbino y Mons. Francesco Lambiasi, Obispo de Rimini.
CONSIDERACIONES HISTÓRICAS Y PATRÍSTICAS ACERCA DE LA COMUNIÓN EN LA MANO: ¿FUE ALGUNA VEZ UNIVERSAL? . EL SACRILEGIO DE LA COMUNIÓN EN LA MANO
¿CÓMO SE NOS HA CONTADO LA SUPUESTA HISTORIA DE LA COMUNIÓN EN LA MANO?
En general, así se nos cuenta la historia, con clara perniciosa intencionalidad, de la Comunión en la mano:«A partir de la Última Cena y durante el tiempo de los apóstoles, la Santa Comunión se daba, por supuesto, en la mano. Así era también durante la era de los mártires. Y así siguió siendo durante la edad de oro de los Padres y de la liturgia, después de la paz de Constantino.
La Comunión en la mano era dada a los fieles como nosotros hacemos ahora (en los sectores más abiertos y más al día de la Iglesia). Y continuó siendo la práctica común por lo menos hasta el siglo décimo. Por lo tanto, casi la mitad de la vida de la Iglesia esa fue la norma.
Una magnífica prueba de ello se encuentra en el texto de San Cirilo de Jerusalén (313-386) donde aconseja a los fieles “haced un trono con vuestras manos donde recibir al Rey (en la Santa Comunión)“. Más adelante, este Padre de la Iglesia aconseja un gran cuidado con cada fragmento que pueda quedar en las manos, así como uno no dejaría caer el oro al piso, así también se debe tomar un gran cuidado cuando se trata del Cuerpo del Señor.
Cómo y cuando se habría pasado de la comunión en la mano a la comunión en la boca. De acuerdo a la historia comúnmente divulgada, el cambio en la manera de recibir el pan consagrado se dio de la siguiente manera: en la Edad Media hubo ciertas distorsiones de la fe y/o en la aproximación a la fe, que se fueron desarrollando gradualmente.
Se desarrolló un excesivo temor de Dios y una correlativa preocupación por el pecado, el juicio y el castigo; un énfasis sobredimensionado en la divinidad de Cristo, que constituía una virtual negación o por lo menos disminución de Su sagrada humanidad; un exagerado énfasis en el papel del sacerdote en la sagrada liturgia; y una pérdida del sentido de comunidad, que de hecho es la Iglesia.En particular, debido al énfasis excesivo en la adoración a Cristo en la Santa Eucaristía y a una concepción demasiado estricta en lo relativo a las cuestiones morales, la Sagrada Comunión se hizo cada vez menos frecuente. Se consideraba suficiente fijar los ojos en la Sagrada Hostia durante la elevación (de hecho, esta práctica decadente de la “elevación” –porque el desprecio por este período continúa– y la también poco saludable Exposición y Bendición del Santísimo Sacramento, encuentran sus orígenes en esos desafortunados tiempos medievales, un período cuyas prácticas litúrgicas haríamos bien en sacarnos de encima).
Fue en esa atmósfera y bajo esas circunstancias que se comenzó a restringir la práctica de la Comunión en la mano. La práctica de que el celebrante colocara directamente la hostia en la boca del comulgante se desarrolló y, triste es decirlo, se impuso.
La conclusión es muy clara: deberíamos dejar de lado esta costumbre cuyas raíces se encuentran en esa edad oscura. Deberíamos prohibir o al menos desaconsejar esta práctica que no permite a los fieles “tomar y comer”, y volver a los usos prístinos de los Padres y los Apóstoles: la Comunión en la mano».
Esta historia está falseada con clara mala intención, así como se falseó la supuesta tradición de celebrar cara al pueblo.... Es falsa esta teoría, movidos por un arqueologismo inventado en pro del modernismo y la innovación en la Sagrada Liturgia.
LA VERDADERA HISTORIA. LOS PAPAS Y LOS SANTOS PADRES DE LA IGLESIA
El Sagrado Concilio de Trento declara que es una Tradición Apostólica la costumbre de que sólo el sacerdote que celebra la Misa se dé la Comunión a sí mismo (con sus propias manos) y que los fieles la reciban de él.
Un estudio más riguroso de las EVIDENCIAS disponibles en la historia de la Iglesia y de los escritos de los Padres, no apoya la aserción de que la Comunión en la mano era una práctica universal que fue gradualmente suplantada y efectivamente reemplazada por la práctica de la comunión en la mano. Más bien, los hechos parecen apuntar a una conclusión diferente.
El Papa San León Magno (440-461), ya en el siglo V, es un testigo temprano de la práctica tradicional. En sus comentarios al sexto capítulo de San Juan, habla de la Comunión en la boca como del uso corriente:
“Se recibe en la boca lo que se cree por la Fe”.
El Papa no habla como si estuviera introduciendo una novedad, sino como si fuera un hecho ya bien establecido.
Un siglo y medio más tarde, pero todavía tres siglos antes de que la práctica fuera supuestamente introducida (según el relato comúnmente difundido al que antes hicimos referencia) el Papa San Gregorio Magno (590-604) es otro testigo. En sus Diálogos (Roman 3, c. 3) relata cómo el Papa San Agapito obró un milagro durante la Misa, después de haber colocado la Hostia en la lengua de una persona.
También Juan el Diácono nos habla acerca de esta manera de distribuir la Santa Comunión por ese Pontífice.
Estos testigos son del siglo V y VI. ¿Cómo se puede razonablemente decir que la Comunión en la mano fue la práctica oficial hasta el siglo X? ¿Cómo alguien puede sostener que la Comunión en la boca es una invención medieval? No estamos afirmando que bajo ninguna circunstancia los fieles la hayan recibido en sus propias manos. Pero, ¿en qué circunstancias? Parece que desde muy temprano era usual que el sacerdote colocara la Sagrada Hostia en la boca del comulgante.
EXCEPCIONES
Sin embargo, en tiempos de persecución, cuando no había sacerdotes disponibles, y los fieles llevaban el Santísimo a sus casas, se daban la Comunión a sí mismos, con sus propias manos. En otras palabras, antes que quedar totalmente privados del Pan de Vida, podían recibirlo por sus propias manos, cuando no hacerlo hubiera significado quedar privados de este imprescindible alimento espiritual. Lo mismo se aplicaba a los monjes que se habían retirado al desierto, donde no disponían del ministerio de un sacerdote y no quisieran dejar la práctica de la Comunión diaria.
Para resumir, la práctica era que se podía tocar la Hostia cuando no hacerlo equivalía a quedar privado del Sacramento. Pero cuando había un sacerdote, no se la recibía en la mano. Así, San Basilio (330-379) afirma claramente que sólo está permitido recibir la Comunión en la mano en tiempos de persecución o, como era el caso de los monjes en el desierto, cuando no hubiera un diácono o un sacerdote que pudiera distribuirla:
“No hace falta demostrar que no constituye una falta grave para una persona comulgar con su propia mano en épocas de persecución cuando no hay sacerdote o diácono” (Carta 93). Lo que implica que recibirla en la mano en otras circunstancias, fuera de persecución, será una grave falta. El Santo basa su opinión en la costumbre de los monjes solitarios, que reservaban el Santísimo en sus celdas, y en ausencia de sacerdote o diácono, se daban a sí mismos la Comunión.
En su artículo “Comunión” en el Dictionnaire d’Archéologie Chrétienne, Leclercq afirma que la paz de Constantino llevó la práctica de la Comunión en la mano a su fin. Esto reafirma el razonamiento de San Basilio, que la persecución era la que creaba la alternativa de recibir la Comunión en la mano o verse privado de Ella. Cuando la persecución cesó, evidentemente la práctica de la Comunión en la mano persistía aquí y allí. Era considerada como un abuso por la autoridad de la Iglesia, puesto que era juzgada contraria a la costumbre de los Apóstoles. Así, el Concilio de Rouen que se reunió en el año 650, dice:
“No se coloque la Eucaristía en las manos de ningún laico o laica, sino únicamente en su boca“.El Concilio de Constantinopla, conocido como in trullo (por no ser uno de los concilios ecuménicos realizados allí) prohibía a los fieles darse la Comunión a sí mismos (que es lo que sucede cuando la Sagrada Partícula es colocada en la mano del comulgante). Decretó una excomunión de una semana de duración para aquellos que lo hicieran en la presencia de un obispo, un sacerdote o un diácono.
San Cirilo (siglo IV): un texto dudoso
¿Y San Cirilo? Por cierto, los promotores de la “comunión en la mano” generalmente no mencionan las evidencias que acabamos de exponer. En cambio, utilizan constantemente el texto atribuido a San Cirilo de Jerusalén, quien vivió en el siglo IV, al mismo tiempo que San Basilio.
El Dr. Henri Leclercq resume las cosas como sigue:
“San Cirilo de Jerusalén recomendaba a los fieles que cuando se presentaran a recibir la Comunión, debían tener la mano derecha extendida, con los dedos unidos, sostenida por la mano izquierda, con la palma en forma cóncava; y que en el momento en que el Cuerpo de Cristo era depositado en su mano, el comulgante debía decir: “Amén”.
Pero el texto continúa. También propone lo siguiente:
“Santifica tus ojos con el contacto del Cuerpo Sagrado … Cuando tus labios estén todavía húmedos, lleva tu mano a tus labios, y pasa tu mano sobre tus ojos, tu frente y tus otros sentidos, para santificarlos”.
Esta recomendación bastante original (¿o más bien supersticiosa? ¿irreverente?) llevó a los eruditos a cuestionar la autenticidad de dicho texto. Algunos piensan que tal vez hubo una interpolación, o que fue el sucesor del santo quien escribió tal cosa. No es imposible que este texto fuera realmente el Patriarca Juan, quien sucedió a Cirilo en Jerusalén. Pero este Juan era de dudosa ortodoxia. Sabemos todo esto por la correspondencia de San Epifanio, San Jerónimo y San Agustín.
Por lo tanto, a favor de la Comunión en la mano tenemos un texto de dudosa originalidad y de contenido cuestionable.
Y por el otro lado, tenemos testigos confiables, incluyendo a dos grandes papas, de que colocar la Sagrada Hostia en la boca del comulgante ya era común y ordinario en el siglo V.
¿CLERICALISMO?
¿No es una forma de clericalismo permitir al sacerdote tocar la Hostia y prohibírselo a los fieles? De ningún modo, pues a los sacerdotes sólo les estaba permitido tocar el Santísimo Sacramento en casos de necesidad. En efecto, aparte del celebrante de la Misa, nadie que recibiera la Comunión, aunque fuera sacerdote, podía hacerlo en la mano.
De tal modo que, en la práctica tradicional del Rito Romano, si un sacerdote estaba oyendo Misa (y no celebrando) y deseaba recibir la Sagrada Comunión, no lo hacía en sus propias manos: la recibía de otro sacerdote, en la lengua. Lo mismo sucedía con un Obispo. Lo mismo si se tratara de un Papa. Cuando San Pío X, por ejemplo, estaba en su lecho de muerte, en Agosto de 1914, y se le administró la Sagrada Comunión como Viático, no la recibió, y no le estaba permitido, en la mano: la recibió en la lengua de acuerdo a la ley y a la práctica de la Iglesia Católica. Esto confirma un punto fundamental: por principio de reverencia, la Hostia no debe tocarse innecesariamente.
Obviamente alguien debe distribuir el Pan de Vida. Pero no es necesario hacer de cada hombre, de cada mujer y cada chico su propio “ministro de la Eucaristía” y multiplicar la manipulación torpe y chapucera y el peligro de que se caigan y se pierdan Fragmentos eucarísticos.
Aún aquellos cuyas manos fueron especialmente consagradas para tocar la Sagrada Eucaristía, particularmente los sacerdotes, no deben hacerlo sin necesidad.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Ornamentos tradicionales en Ragusa, Italia
Venimos reseñando asiduamente en nuestros posts, diferentes imágenes de sacerdotes y obispos haciendo uso de ornamentos tradicionales, tanto casullas como capas pluviales. Durante largos años, en no pocos lugares se han cometido atrocidades, quemando o tirando estos ornamentos, desechándolos con odio por ser reminiscencias del pasado. Se ha concebido como ruptura con la Tradición, y ha habido mucho complejo para usar dichos ornamentos, aunque en algunos lugares, pocos, se han usado sin ningún tipo de problema. Con el uso de nuestro Papa, y con una normalidad natural y con una correcta interpetración continuista del Vaticano II, se ha roto ese miedo al uso de estos ornamentos, muchos de ellos de gran calidad artística.
Seguiremos dando noticia del uso de ornamentos tradicionales, sobre todo por parte de obispos de todo el mundo, como ejemplo a seguir por todos los sacerdotes de la Iglesia Católica.
Altar Católico en Toledo
Altar católico en la Iglesia de San Andrés de Toledo, situado en la misma plaza que los seminarios Menor y Mayor de Toledo. Apreciamos el uso del velo del cáliz y la carpeta de los corporales, el comulgatorio, y la disposición del altar según los deseos del Papa, con la cruz central flanqueada por los candelabros.
Fuente: Acción Litúrgica
martes, 27 de septiembre de 2011
Forma Extraordinaria en el Cantón de Thiberville, Francia
Fiesta de San Gorgonio en Saint Vincent de Boulay
Fiesta de San Huberto en Bournainville
San Vicente de Paúl
Visión de San Vicente de Paúl mientras celebra la Santa Misa, siglo XVIII, posible atribución a Gaétan Sontin, Casa de San Lázaro, París, 95, rue de Sèvres
El hecho prodigioso de la visión de San Vicente fue atestiguado por él mismo. A la muerte de santa Juana de Chantal, en 1641, ve tres globos de fuego que van elevándose y se pierden uno en otro. El primero es el alma de la santa; el segundo, la de san Francisco de Sales; el tercero y mayor, la Esencia divina. Plasma la escena un pintor del siglo XVIII, tal vez Gaétan Sontin: en la cima del cuadro, sobre las nubes, toma asiento la Trinidad; a la izquierda los tres globos; a la derecha, rodeados de querubines, conversan san Francisco y santa Juana. Como transpuestas, las visitandinas asisten tras de la reja a la misa del santo. Éste escribe al vicenciano Bernardo Codoing acerca de la Madre Chantal: "Dios ha querido consolarme con la visión de su reunión con nuestro bienaventurado padre y de los dos con Dios" (SVPII, 180). La cosa fue tan «sensible» (su vocablo), que nos dejó una relación, por supuesta tercera persona, de esta misa memorable. He aquí el texto que da no poco que pensar sobre el estado místico de nuestro santo:
"Esa persona me ha dicho que, cuando se enteró de que nuestra difunta se hallaba en extrema gravedad, se puso de rodillas para rezar a Dios por ella; el primer pensamiento que le vino a la mente fue hacer un acto de contrición por los pecados que había cometido y comete de ordinario; inmediatamente después se le apareció un pequeño globo de fuego, que se elevaba de la tierra y fue a juntarse en la región superior del aire con otro globo mayor y más luminoso; luego los dos, reducidos a uno solo, se elevaron más arriba, se introdujeron y empezaron a brillar en otro globo infinitamente más grande y más luminoso que los otros; entonces se le dijo interiormente a aquella persona que el primer globo era el alma de nuestra venerable madre, el segundo el de nuestro bienaventurado Padre y el otro la esencia divina, y que el alma de nuestra y ambos con Dios, su soberano principio.
LA REFORMA LITÚRGICA DEL VATICANO II : PABLO VI LE DIO LA RAZÓN AL CARDENAL OTTAVIANI EN SUS CRÍTICAS A LA PRIMERA EDICIÓN DEL "NOVUS ORDO"
No vale la pena recoger las piedras que se lanzaron contra el cardenal Ottaviani cuando se le ocurrió dirigirse por escrito al Papa en 1969, a raíz de la promulgación del Nuevo Misal, para pedirle con amor filial una reconsideración del mismo, sobre todo de algunos números concernientes a la "Ordenación general del Misal romano". Los medios de comunicación y no pocos eclesiásticos trataron a dicho cardenal como si se tratara del más encarnizado enemigo de la Santa Iglesia católica. Pero en realidad todo se explica sabiendo la ojeriza que le guardaban los que estaban siempre prontos a acoger cualquier novedad y a darla por buena, o mejor, por la sola razón de ser nueva. Es un acto de justicia recordar los titulares de protesta y de rechifla contra el gran cardenal, aparecidos en uno de los rotativos de Madrid, a cuenta de uno de estos clérigos "progresistas" que acusaba a Ottaviani de haber dado al Papa el mayor disgusto de su vida. Y hasta revista tan oficiosa como nuestra Ecclesia dio cabida en sus páginas a una crónica de Roma que rezumaba ira y casi desprecio para el cardenal. Su toma de posición acerca del Nuevo Misal se presentaba como exponente máximo de la corriente mas "ultra" del grupo tradicionalista, en un intento de bloquear, "aunque con ninguna posibilidad de éxito, el lento y gradual impulso de reforma en la Iglesia", patrocinado por Pablo VI. Y se recogían juicios y apreciaciones acerca de la postura del cardenal que no miraban a otra cosa sino a dejarle en mal lugar frente al Papa, tachándole, cuando menos, de indiscreto y reaccionario.
No faltaron otros que a cara descubierta le dijeron "soberbio y desobediente". Tampoco faltaron los que señalaron su distinto comportamiento cuando se trató de intervenciones pontificias en otra línea más tradicional, v. gr., la de la Mysterium fidei, Sacerdotalis coelibatus, Catecismo Holandés y Humanae vitae, como si no pudiera estar justificada la distinta toma de posición de una misma persona sobre problemas diversos y hasta sobre distintas decisiones de una misma autoridad, cuando lo que se discute no es la autoridad, sino la oportunidad o el acierto de lo que se ordena, que por lo demás se esta dispuesto a acatar. Sin embargo, Ottaviani no estaba solo: Aparte que su carta al Pontífice iba apoyada también por el cardenal Bacci, y un escrito adjunto de gran numero de teólogos de valía, otras muchas personalidades, de una forma u otra, expresaron también reservas o reparos. Sin ir más lejos, el mismo arzobispo de Madrid-Alcalá hizo, en una entrevista periodística, algunas puntualizaciones en este sentido. Y monseñor Guerra Campos, secretario del Episcopado español, en unas declaraciones concedidas al diario Ya, de Madrid, a raíz de la publicación en L'Osservatore Romano del comunicado de la Comisión de la Santa Sede, en que se apuntaba la posibilidad o conveniencia de corregir algunas redacciones del Nuevo Misal, vistos los reparos puestos por algunos, dijo entre otras cosas: La Ordenación o "Institución del Misal", no debe confundirse con el texto del Misal. Aquella son la instrucción y norma reguladora del uso de este. Generalmente no es doctrinal. De hecho, el mismo secretario de la Congregación, Bugnini, reafirmo que tal Ordenación no es un texto dogmático, sino mera y simple exposición de normas o ritos.
Pero lo que importa es saber ahora que, sin embargo, Ottaviani tenía razón, y no la tenían en absoluto los que arremetieron contra su escrito al Pontífice, metiéndose no solo con lo que en el se decía, sino también con quién lo decía y la intención con que lo decía. Sí, tenía razón y el Papa Pablo VI se dio cuenta: acogió la sustancia de las reservas de Ottaviani sobre el Nuevo Misal y exigió que en la nueva edición se hicieran los cambios necesarios.
Notaba nuestro obispo secretario, Mons. Guerra Campos, que en la Ordenación había una veintena de números que innegablemente contenían materia doctrinal acerca de la Misa. Sobre todo los números 7 y 8. Y lo que ellos decían sería tornado por más de uno como síntesis doctrinal del misterio eucarístico. Y aunque era verdad que, bien leída, toda la Ordenación contenía recogida y dispersa a la vez toda la doctrina tradicional sobre la Misa, no obstante, había que reconocer que, si estos números (los 7 y 8 especialmente) se leían desligados de los demás, resultaban defectuosos, tanto por lo que tocaba al sentido de la memoria y presencia, como al carácter sacrificial de la santa Misa.
Si el equivoco hubiese sido buscado a propósito, no podría formularse mejor: era todo un monumento de ambigüedad. Y en aquella situación de la Iglesia era de temer la utilización parcial de estos textos, de buena o de mala fe; por ello la ocasión ofrecida a la ambigüedad era lamentable y no fácil de explicar. Palabras estas bien graves y significativas las del secretario de los obispos españoles, y que, desgraciadamente tuvieron, muy luego, comprobación práctica, pues protestantes hubo que dijeron poder hacer ya suya la doctrina católica sobre la Misa, y hasta decir nuestra Misa.
Sobre dos puntos fundamentalmente recayeron las objeciones contra la Ordenación del Nuevo Misal: el de la doctrina acerca de la significación de la Misa, cuya definición o descripción, dada por el Nuevo Misal, no parecía fiel a la tradicional doctrina católica ni a lo definido por Trento; y el de lo que es y supone el sacerdote celebrante en orden a la celebración eucarística, tanto respecto a Cristo como respecto a la asamblea o pueblo. Quien conoce la fidelidad insobornable del cardenal Ottaviani a la tradición católica y sabe de la virtud personal que le adornaba (a la cual dedicaremos otro artículo), así como de la lealtad a toda prueba que tenía al Vicario de Cristo, en quien veía, como él mismo dijo, “la estrella salvadora que nos alumbra en esta noche que atraviesa la Iglesia”, comprenderá sin dificultad lo amargo que seria para él tener que dirigirse al Santo Padre para pedirle una reconsideración de la Ordenación del Nuevo Misal.
Este, sin decir herejías, parecía preferir el lenguaje de que gusta a la herejía al otro que se había elegido cuidadosa e intencionadamente a la hora del Concilio de Trento para cerrar de modo definitivo el paso a una inteligencia herética de la Misa. Las palabras textuales de la famosa carta dirigida a Pablo VI por Ottaviani decía textualmente: "... el nuevo Ordo Missae, si uno considera los elementos nuevos, susceptibles de muy diversas apreciaciones, que en él aparecen sobreentendidos o implicados, se aleja de manera impresionante, en el conjunto y en el detalle, de la teología católica de la santa Misa, tal como fue formulada en la sesión XX del Concilio de Trento, que fijó definitivamente los 'cánones' del rito, levantando una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera poner en peligro la integridad del Misterio."
Y como prueba se referían al examen crítico que acompañaban, preparado por un grupo escogido de teólogos, los que comenzaban, en efecto, diciendo que el Nuevo Misal venia redactado de manera que "puede, en muchos puntos, contentar a los protestantes más modernistas". Y, puestos a señalar estos puntos, censuraban, en primer lugar, la definición de la Misa contenida en el n. 7 del Ordo, donde la palabra "Cena" jugaba con un exclusivismo o preponderancia sospechosos, sin que la presencia real, la realidad del sacrificio, la sacramentalidad del sacerdote (que mas que como presidente de la asamblea hay que ver como actuando en la persona y con la representación de Cristo mismo) y la identidad del sacrificio del altar con el sacrificio del Calvario que no venían debidamente expresados.
Como ya hemos dicho, Pablo VI prestó buena atención a las palabras de Ottaviani y las oportunas correcciones fueron hechas en la segunda edición típica vaticana del Novus Ordo, destacándose debidamente todos esos elementos antes en baja en la definición de la Misa. Así, por ejemplo, donde antes ponía:
“La Cena del Señor, o Misa, es la asamblea sagrada o congregación del pueblo de Dios, reunido bajo la presidencia del sacerdote para celebrar el memorial del Señor. De ahí que sea eminentemente valida, cuando se habla de la asamblea local de la Santa Iglesia, aquella promesa de Cristo: ‘Donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt. 18,20).’”
Después de la carta de Ottaviani y la revisión que mandó hacer Pablo VI, se cambió el tono y las expresiones y se puso:
“El pueblo de Dios, bajo la presidencia del sacerdote que representa la persona de Cristo, es convocado y reunido en la Misa o Cena del Señor, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico. En consecuencia vale de un modo eminente para esta reunión local de la Iglesia santa la promesa de Cristo: "Cuando dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt. 18,20). En la celebración de la Misa, en efecto, en la que se perpetúa el sacrificio de la Cruz, Cristo esta realmente presente en la misma asamblea reunida en su nombre, en la persona del ministro, en su palabra, y de modo sustancial y continuo bajo las especies eucarísticas.”
Y podríamos poner otros ejemplos similares. Dijeran, pues, lo que dijeran algunos hipercríticos del cardenal Ottaviani, que se atrevieron a tildarle de ignaro de la teología viéndole poner peros a la redacción del Novus Ordo, tenía toda la razon su examen critico y Pablo VI quiso insistir en la audiencia del 19 de noviembre de 1969, que aunque cambien gestos y expresiones en la Misa, la significación y realidad de esta no cambia: "La Misa del nuevo Ordo es, pues, y seguirá siendo, incluso con mayor evidencia en alguno de sus aspectos, la misma de siempre. La unidad entre la Cena del Señor, el sacrificio de la Cruz y la renovación representativa de ambos acontecimientos en la Misa es inviolablemente afirmada y celebrada en el nuevo orden, al igual que lo era en el precedente. La Misa es y seguirá siendo el memorial de la ultima Cena de Cristo, en la cual el Señor, convirtiendo el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre, instituyó el sacrificio del Nuevo Testamento, y quiso, que en virtud de su sacerdocio, conferido a los Apóstoles, fuera repetido en su identidad, aunque ofrecido en modo diverso; es decir, en modo incruento y sacramental, en memoria perenne de El hasta el día de su venida final" (L'Osservatore Romano, 20-11-69).
Tomado de "Historia de la Iglesia"
Solemne Pontifical con la Forma Extraordinaria en Rio de Janeiro celebrado por Mons. Fernando Arêas Rifan
El pasado domingo 25 de septiembre Mons. Fernando Arêas Rifan, Obispo de la Administración Apostólica San Juan María Vianney, celebró una Solemne Misa Pontifical en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen de la Catedral Vieja en Rio de Janeiro, Brasil. Mons. Rifan también administró el sacramento de la Confirmación con el permiso del Arzobispo de San Sebastián de Rio de Janeiro, Mons. Orani João Tempesta.
Fuente: Secretum Meum Mihi
Suscribirse a:
Entradas (Atom)