Visión de San Vicente de Paúl mientras celebra la Santa Misa, siglo XVIII, posible atribución a Gaétan Sontin, Casa de San Lázaro, París, 95, rue de Sèvres
El hecho prodigioso de la visión de San Vicente fue atestiguado por él mismo. A la muerte de santa Juana de Chantal, en 1641, ve tres globos de fuego que van elevándose y se pierden uno en otro. El primero es el alma de la santa; el segundo, la de san Francisco de Sales; el tercero y mayor, la Esencia divina. Plasma la escena un pintor del siglo XVIII, tal vez Gaétan Sontin: en la cima del cuadro, sobre las nubes, toma asiento la Trinidad; a la izquierda los tres globos; a la derecha, rodeados de querubines, conversan san Francisco y santa Juana. Como transpuestas, las visitandinas asisten tras de la reja a la misa del santo. Éste escribe al vicenciano Bernardo Codoing acerca de la Madre Chantal: "Dios ha querido consolarme con la visión de su reunión con nuestro bienaventurado padre y de los dos con Dios" (SVPII, 180). La cosa fue tan «sensible» (su vocablo), que nos dejó una relación, por supuesta tercera persona, de esta misa memorable. He aquí el texto que da no poco que pensar sobre el estado místico de nuestro santo:
"Esa persona me ha dicho que, cuando se enteró de que nuestra difunta se hallaba en extrema gravedad, se puso de rodillas para rezar a Dios por ella; el primer pensamiento que le vino a la mente fue hacer un acto de contrición por los pecados que había cometido y comete de ordinario; inmediatamente después se le apareció un pequeño globo de fuego, que se elevaba de la tierra y fue a juntarse en la región superior del aire con otro globo mayor y más luminoso; luego los dos, reducidos a uno solo, se elevaron más arriba, se introdujeron y empezaron a brillar en otro globo infinitamente más grande y más luminoso que los otros; entonces se le dijo interiormente a aquella persona que el primer globo era el alma de nuestra venerable madre, el segundo el de nuestro bienaventurado Padre y el otro la esencia divina, y que el alma de nuestra y ambos con Dios, su soberano principio.
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