viernes, 25 de mayo de 2012

Mons. Ferrer habla de la hermeneútica de ruptura dada tras el Vaticano II


Recientemente Mons. Juan Miguel Ferrer, subsecretario de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, dio recientemente una conferencia sobre canto gregoriano, en la cual habló ampliamente de la interpretación del Concilio Vaticano II, de los verdaderos enemigos de dicha asamblea conciliar, de las causas de la crisis post-conciliar y la secularización intra-eclesial, así como también de los desafíos que su dicasterio tiene por delante luego del Motu proprio “Quaerit semper”, de Benedicto XVI, que ha pedido que la Congregación se dedique principalmente a la promoción de la Sagrada Liturgia. El sacerdote español ha afirmado que está en curso la renovación del dicasterio para poder ocuparse orgánicamente de las prioridades asignadas por el Santo Padre. Referente a los enemigos auténticos del Concilio y de su interpretación rupturista. Mons. Ferrer afirma lo siguiente: 

Probablemente, sobre algunos ha ejercido su peso, por falta de una seria y convicente formación, el deseo inquieto de novedades. Creo, sin embargo, que para la mayor parte se ha tratado de una búsqueda de respuestas a un problema real y urgente, si bien hecho – por decirlo en términos prestados de la medicina – a través de un diagnóstico equivocado y una terapia contraindicada. Ha sido sostenido con autoridad que entre los motivos del alejamiento respecto al cristianismo por parte del hombre contemporáneo están la división o el exceso de separacionismo con que se han explicado y vivido el orden natural y el sobrenatural. El remedio consistía en poner en evidencia la proximidad entre los dos planos y su “continuidad”. De este modo, el hombre contemporáneo habría visto la cercanía del mensaje cristiano y de su propuesta de vida con las propias aspiraciones y los propios proyectos. Pero la propuesta, en cambio, se ha traducido bien pronto en una “secularización” de la vida y de la enseñanza cristiana. Lo que buscaba, por lo tanto, evitar el avance del ateísmo de masa, ha terminado por alimentar el secularismo en la misma Iglesia; y lo que los adversarios consideraban poder introducir con lentitud y dificultad en el pueblo cristiano y frenar en las tierras de misión, ha terminado difundiéndose con inusitada rapidez, precisamente a través de la enseñanza teológica, la predicación, la catequesis, la misión e incluso la liturgia, secularizándolas. Una problemática aún persistente y cuyos nocivos efectos aún hoy sufrimos.

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