martes, 1 de febrero de 2011
El Nuncio Thomas Edward habla del desdén de los Obispos hacia el Motu Proprio Summorum Pontificum
El Nuncio apostólico en Trinidad y Tobago, Arzobispo Thomas Edward Gullickson , tiene su blog, que se llama “Island Envoy”, y en su homilía para el cuarto Domingo del tiempo Ordinario en el Ciclo A, es decir el pasado domingo día 30, la cual ha puesto en su blog, y en la que habla claramente:
“... Cristo Jesús ... a quien Dios ha hecho ... nuestra sabiduría y nuestra virtud, y nuestra santidad, y nuestra libertad”. La nuestra debe ser la mente de Cristo. Jesús condena la hipocresía y manda a aquellos de entre Sus oyentes a quienes les caiga el guante que saquen primero la viga de su propio ojo antes de intentar sacar la paja del ojo de su vecino. A este respecto, tengo que decir (a riesgo de condenarme a mí mismo por mi propio juicio) que he estado particularmente preocupado en los últimos tiempos por encuentros (tanto a través de los medios de comunicación como directamente) con la intolerancia de cualquier número de prelados dentro de la Iglesia: intolerancia no dirigida hacia la gente mala, sino intolerancia hacia aquellos que están haciéndo lo mejor que pueden hacer para ser fieles, especialmente en cuestiones relacionadas con el Culto Divino y la educación de los niños y los jóvenes.
¿Por qué, aún después de tres años de la publicación de Summorum Pontificum (sólo por nombrar un ejemplo), todavia hay laicos bien intencionados siendo tratados con tan gran desdén por no menos que los obispos, obispos en comunión (¿de corazón, de alma, de mente y con fuerza?) con el Sucesor de San Pedro cuando éstos solicitan la Misa en latín? ¿Es esto algo diferente a ciega hipocresía? ¿Toleran Ustedes no poca cantidad de mal gusto, mala música y capricho, mientras que le regatean a unos pocos un puerto en la tormenta de los abusos litúrgicos que parece no querer amainar? ¿Podemos ser después Su propio Corazón y no sólo pretender ser miembros del Cuerpo de Cristo mientas actuamos tan en desacuerdo con el ejemplo dado por el Santo de Dios, manso y humilde de corazón? Tales prelados están en contra o atravezados al sentido en que la Iglesia quiere ir, ellos están ignorando lo que el Espíritu dice a las Iglesias y haciéndo eso a contracorriente con algunos quienes son rotulados de comunes y despreciables, ¡pero ciertamente no a los ojos de Cristo ... Permítanme decirlo más claramente! Mi problema es con el desprecio mostrado por una mano fuerte, desprecio tal como no se mostraría hacia alguien pidiendo algún otro beneficio.
Cuando el Santo Padre habla de su deseo de ver estas dos formas del Rito Romano (ordinario y extraordinario) enriquecerse mutuamente, cuando él y otros expresan afán de una recuperación del sentido de lo sagrado en nuestras iglesias y en cómo rendimos culto, estoy convencido que Él ha indicado la verdadera naturaleza de la ruptura que ha ocurrido de hecho y debe ser reparada o curada. Ustedes pensarían que aquellos en comunión con el Papa buscarían entenderlo y aceptar su punto de vista. Hay mucho espacio para el capricho y por lo tanto necesidad de reformar el culto contemporáneo católico. Esto es evidenciado una y otra vez, a modo de ejemplo, por el sentido de indefensión que muchos sacerdotes experimentan cuando se enfrentan con grupos musicales moviéndose en la iglesia con repertorios inadecuados, por no hablar del baile y de las compañias de títeres que deberían haber sido desterrados hace mucho tiempo. Si un obispo no quiere disciplinar al menos puede respetar y acoger a aquellos que buscan buen orden.
San Carlos Borromeo aconsejó a sus sacerdotes combatir las distracciones y fomentar la devoción de la misma manera que Usted mantiene una estufa encendida con sólo una brizna de llama en el interior, es decir, mantener esa estufa cerrada fuertemente hasta que Usted consiga que el fuego sea fuerte. Creo que ese tiene que ser el objetivo de la reforma de la reforma liturgia. Ese fue el punto a lo largo de los siglos de la antigua Misa rezada en latín, a prueba de falsificaciones y autopreservada a lo largo de las vicisitudes del tiempo. El péndulo oscila al otro extremo, que ha barrido todo lo que fue la devoción popular y la expresión religiosa, mientras que al mismo tiempo la apertura de esa estufa a casi cualquier cosa y a casi toda cosa, ha tenido poco más efecto que el de haber disminuido la capacidad de la liturgia de proveer calor y luz. El culto contemporáneo es muy a menudo rehén de caprichos (de buen gusto o de mal gusto, ese no es el punto), por la creatividad, si se quiere, pero algo todavía no previsto por la legítima autoridad. [...]"
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