martes, 22 de marzo de 2011

Veterum Sapientia: magisterio olvidado


 Tomamos este artículo aparecido en  Fides et Ratio en Infócatólica, escrito por Isaac García Expósito.

Existe un magisterio que ha tenido una suerte desigual y que ha sido orillado, de manera escandalosa diría yo. Un magisterio desaparecido de los anaqueles de los obispados – si es que alguna vez estuvo -, olvidado, como si no fuera existido. La Veterum Sapientia de Juan XXIII es un ejemplo patente.
Sobre Juan XXIII pesa una imagen equivocada, la proyectada por los progresistas. En la construcción de este «muñeco de paja», se han tenido que obliterar documentos como la Veterum Sapientia, o imágenes como las que encabezo el artículo, donde se muestra al Papa, adorando la Cruz el Viernes de Paresceve, según los libros litúrgicos anteriores a la reforma vigente en ese tiempo, promulgada por su antecesor el Papa Pío XII.
La Veterum Sapientia era el documento que, según Romano Amerio, prefiguraría «la fisonomía cultural de la Iglesia del Concilio» (Iota Unum, 51). En pocas palabras podemos decir que, con la encíclica Veterum Sapientia, el Papa Juan XXIII pretendía un repliegue de la Iglesia sobre sus principios, sirviendo para su renovación. Con dicha Encíclica se afirma la continuidad interna de la cultura de la Iglesia, a través de las letras cristianas, que son griegas y romanas, y la continuidad externa, que engancha y recoge la sabiduría antigua.
De hecho, el pensamiento cristiano elabora el contenido de la Revelación, adhiriéndose igualmente al contenido revelado naturalmente mediante la luz de la razón creada. La verdad cristiana no sólo incluye la revelación, sino toda verdad humanamente alcanzable. Los filósofos medievales enseñarán que la cultura cristiana fue preparada y esperada, obedecialmente, por la sabiduría antigua; Santo Tomás de Aquino, lo sintetizará magistralmente, viniendo a decir que no hay contradicción entre la razón y la fe.
Bajo estos principios, la Veterum Sapientia desarrolla una praxis, donde establece la la ratio studiorium eclesiástica, fundándose sobre lo específico del clérigo y, en consecuencia, recobrando sustancialmente las enseñanzas tradicionales, especialmente en lo que concierne a las lenguas clásicas, latín y griego. De ahí que prescriba que las ciencias fundamentales, del curso teológico, como la dogmática y la moral, se impartan en latín, bajo manuales en latín, siendo apartados los profesores que no sepan latín, igual que Platón expulsó de su Academia a los que no sabían Geometría.
Culmina el Papa la encíclica, decretando la erección de un Instituto superior de la latinidad, con el objeto de formar latinistas para toda la Iglesia.
El documento fue llevado como el polvo por el viento. En la práctica quedó abrogado . Y no sólo por los progresistas. Porque, por desgracia, el estudio del latín y el griego se ha abandonado en la mayoría de los Seminarios, como ha pasado en las Facultades civiles de Filosofía. En este caso, tenemos el reverso de lo acaecido en las épocas pretéritas: si antes, el mundo civil se miraba en el espejo de la Iglesia, hoy la Iglesia ha abandonado su impronta cultural, como puede ser el estudio y cultivo de las lenguas clásicas y la Filosofía Clásica. Por ende, no se pueden hacer distinciones. Un breve paseo por cada una de los centros de estudios teológicos, servirá de ejemplo para contemplar el estado de ruina en el que nos encontramos.
Hoy, antes que estudiar a Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca o Plutarco, se prefiere «dialogar» con Sartre, Heidegger y Lyotard,, en vez de seguir el hilo que comunica a Platón con San Buenaventura, o Aristóteles con Santo Tomás de Aquino.
A pesar de que la Veterum Sapientia pertenece a esos documentos magisteriales caídos en el saco del olvido. No por todos. En esta humilde bitácora hacemos memoria de él.
Texto Veterum Sapientia: aquí

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