Invocación a la Virgen del Prado
para todos los días
Vrgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, que por singular
predilección hacia nosotros, quisiste sr venerada bajo la advocación del
Prado y honrada como Reina y Patrona de Ciudad Real.
Dígnate recibir nuestro homenaje filiar de amor y gratitud; escucha las
plegarias fervientes de tus hijos, que ponen en Ti su confianza;
alcánzanos del Señor la firmeza en la fe, la seguridad en la esperanza,
el fervor en la caridad, para que nuestra vida cristiana sea, en todo
momento, una respuesta generosa a la invitación del Señor y testimonio
vivo ante el mundo de tu valiosa protección.
Te pedimos por la Iglesia Santa de Dios, confiada a tu cuidado maternal.
Intercede por nosotros ante el trono de Dios; presérvanos de todo mal;
consuela a los afligidos; fortalece a los débiles en la fe; mira con
ojos benignos a nuestros hermanos separados y atráelos a la unidad en la
verdadera y única Iglesia de Cristo; convierte los corazones de los que
laceran desde dentro la santa fe católica; infunde en nuestras almas un
deseo sincero y abnegado por la paz, la justicia y el amor entre todos
los hermanos, para que vivamos estrechamente unidos, como hijos de un
mismo Padre.
Alcánzanos de tu Hijo, Madre bondadosa, la gracia de la perseverancia,
para que, cumpliendo fielmente la voluntad de Dios en todos los momentos
y situaciones de nuestra vida, terminemos felizmente nuestra
peregrinación en la Patria del Cielo. Amén.
Día segundo
Texto Evangélico: "Dijo María: He aquí a la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra". (Lc. 1, 38).
La Virgen dio su respuesta clara, decidida, generosa, rebosante de humildad y entrega. Así comenzó la restauración de la humildad. Cristo la completaría con la máxima humillación y y suprema entrega de amor hasta la muerte y muerte de cruz.
¿Cuál es nuestra respuesta a las invitaciones de Dios? Quizá de evasión, por temor a las dificultades; de vulgaridad por no querer comprometernos. La Virgen, con su ejemplo, nos invita a responder con generosidad a las llamadas del Señor: Así glorificaremos a Dios y seremos, como Ella, instrumentos de salvación para nuestros hermanos.
El Señor espera nuestra respuesta. De ella dependen muchas cosas; nuestra propia santificación, la gloria de Dios, nuestra influencia santificadora en las personas que nos rodean, el brillo que pongamos en el rostro de la Iglesia, su fuerza de atracción para los alejados. Si el mundo no marcha bien, es preciso revisar cuál es nuestra respuesta a Dios en la vida.
Tres Avemarías a la Santísima Virgen y pídase la gracia que se desea alcanzar en esta novena.
Oración final
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que
ninguno de los que han acudido a vuestra protección, imporada vuestra
asistencia y reclamado vuestro auxilio, haya sido abandonado de Vos.
Animado con esta confianza a Vos también acudo, ¡oh Madre Virgen de las
vírgenes! y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo ante
vuestra presencia soberana.
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