Don Nicola Bux, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de otros dicasterios de la Curia Romana, ha escrito en el día de San José una carta a Mons. Bernard Fellay y a toda la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, cuya traducción nos trae la Buhardilla de Jerónimo, luego del Comunicado publicado en los pasados días por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
A Su Excelencia Mons. Bernard Fellay
y a la Fraternidad sacerdotal San Pío X
Excelencia Reverendísima,
Queridos hermanos,
La fraternidad cristiana es más poderosa que la carne y la sangre, porque en ella se anticipa, gracias a la Divina Eucaristía, la vida del Paraíso.
Jesucristo nos ha llamado a hacer la experiencia de la comunión: en esto consiste nuestro yo. Comunión es estima a priori por el otro, porque tenemos en común al único Señor. Por eso la comunión está disponible a todo sacrificio por la unidad: una unidad que debe ser visible, según la voluntad final de nuestro Señor en la plegaria al Padre: “ut unum sint, ut credat mundos”; visible, porque es el testimonio decisivo de los amigos de Cristo.
Es indudable que no pocos hechos del Concilio Ecuménico Vaticano II y del período sucesivo, vinculados al elemento humano de este acontecimiento, han representado verdaderas calamidades y causado dolor a grandes hombres de Iglesia. Pero Dios nunca permite que Su Iglesia llegue a la auto-destrucción.
No podemos considerar la dureza del elemento humano sin tener confianza en el divino, es decir, en la Providencia que, aún en el respeto de la libertad humana, guía la historia, y en particular la historia de la Iglesia.
La Iglesia es de institución divina, divinamente garantizada, y es también un hecho humano. El aspecto divino no perjudica al elemento humano – personalidad y libertad – y no lo inhibe necesariamente; el aspecto humano, permaneciendo íntegro, y también comprometedor, no perjudica al aspecto divino.
Por razones de Fe, pero también por las confirmaciones que, si bien lentamente, se manifiestan en el plano de la historia, creemos que Dios, en estos años, ha preparado y prepara hombres dignos para remedir tantos errores y tantos abandonos que todos deploramos, creemos que ya despuntan y cada vez más despuntarán obras santas, según una estrategia divina que vincula la obra de almas lejanas que ni siquiera se conocen, pero cuyo actuar constituye un plan, como ha ocurrido maravillosamente en el siglo en que tuvo lugar la dolorosa rebelión de Lutero.
Se trata de intervenciones divinas que parecen multiplicarse cuanto más se enturbian los hechos. De esto hablará, sobre todo, el futuro. Pero nosotros estamos ya seguros de ello y se vislumbra el amanecer.
Por algún tiempo la incertidumbre del alba combate con las tinieblas, lentas en retirarse, pero, cuando se ve el alba, se sabe que el sol está y que sigue su curso en los Cielos.
Con las palabras de Santa Catalina de Siena, podemos por lo tanto deciros: “Venid con seguridad a Roma”, a la casa del Padre común, que nos has sido dado como perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad católica.
Venid a participar de este bendito futuro, del cual, aún en medio de persistentes tinieblas, ya se ve el amanecer.
Vuestro rechazo aumentaría el espacio de las tinieblas, no el de la luz. Son múltiples los destellos de luz que ya admiramos, y el primero entre ellos es el delinearse de la gran restauración litúrgica, realizado por el Motu Proprio Summorum Pontificum, que está suscitando en todo el mundo un amplio movimiento, del que forman parte sobre todo jóvenes, que quieren ser celosos en el culto del Señor.
¿Cómo olvidar, sin embargo, otros gestos concretos y significativos del Santo Padre, como la remisión de las excomuniones a los Obispos ordenados por Mons. Lefebvre, la apertura de un diálogo abierto sobre la interpretación del Concilio Vaticano II a la luz de la Tradición, y por esto también la renovación de la Comisión Ecclesia Dei?
Ciertamente pueden quedar todavía perplejidades, puntos a profundizar, a aclarar mejor, como el argumento sobre el ecumenismo y sobre el diálogo interreligioso (que, de todos modos, ha recibido una precisión importante por la Declaración Dominus Iesus de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 6 de agosto de 2000), y el de la manera en que se debe entender la libertad religiosa.
También sobre estos puntos, vuestra presencia en la Iglesia, canónicamente garantizada, ayudará a traer mayor luz.
¿Cómo no valorar el aporte que podréis dar, gracias a vuestros recursos pastorales y doctrinales, a vuestras capacidades y sensibilidades, para el bien de toda la Iglesia?
Éste es el momento oportuno, esta es la hora favorable para retornar. Timete Dominum transeuntem: no dejéis escapar la ocasión de gracia que el Señor os ofrece, no dejéis que pase junto a vosotros y no la reconozcáis.
¿Podrá el Señor concederos otra?
¿No deberemos todos, un día, presentarnos frente a Su Tribunal, y responder no sólo sobre el mal realizado sino también sobre todo el bien que habríamos podido hacer y que no hemos hecho?
El corazón del Santo Padre palpita: Él os espera con ansias, porque os ama, porque la Iglesia tiene necesidad de vosotros para un testimonio común de fe en un mundo cada vez más secularizado y que parece dar la espalda a Su Creador y Salvador.
En la plena comunión eclesial con la gran familia, que es la Iglesia católica, vuestra voz no será despreciada, vuestro empeño no será ni desdeñable ni descuidado, sino que podrá traer, con el de muchos otros, frutos abundantes; estando fuera, en cambio, se vería disperso.
La Inmaculada nos enseña que demasiadas gracias se pierden porque no son pedidas: estamos convencidos de que con una respuesta favorable a la propuesta del Santo Padre, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X se convertirá en un instrumento para encender nuevos rayos en los dedos de nuestra Madre celestial.
En este día a él dedicado, quiera San José, esposo de la Santísima Virgen María, Patrono de la Iglesia Universal, inspirar y sostener vuestros buenos propósitos: “Venid con seguridad a Roma”.
Roma, 19 de marzo de 2012
Solemnidad de San José
Don Nicola Bux
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