martes, 29 de noviembre de 2011

La Misa tradicional en España


Les traemos un interesante artículo analizando la situación y progresos de la Santa Misa con la Forma Extraordinaria en España, así como sus trabas. Les recomiendo su lectura, estamos absolutamente de acuerdo con sus palabras.


Un reciente artículo sobre la supresión de la Misa dominical en la Forma Ordinaria en el Oratorio de Birmingham, en el Reino Unido, por ser masiva la asistencia de fieles a la Forma Extraordinaria, ha dado lugar a un interesante debate en los comentarios. Todos estos comentarios llevan parte de razón.

Afirmar que la Forma Extraordinaria no progresa en España es absurdo; si nos remontamos a una década solo se oficiaba la Misa tradicional en las ciudades de Madrid y de Barcelona. Y unos años más atrás únicamente en la minúscula pero denodada capilla de la calle Laforja, en la ciudad condal (aparte de la actividad de la FSSPX). Hoy, sin embargo, hay una extensa lista de iglesias donde se oficia con el Misal del Beato Juan XXIII, que pueden leer al margen derecho de esta web. Es innegable que el número de celebraciones se ha multiplicado, y también el número de sacerdotes capaces de oficiarla.

También es cierto que el auge es más lento y menos espectacular que en otros países como Francia, Reino Unido o Estados Unidos. Las razones son diversas y, evidentemente, como apuntan algunos lectores, existen aún numerosos prejuicios entre obispos y sacerdotes.

¿Por qué se dan estos prejuicios? algún lector ha apuntado la falta de obediencia a las disposiciones de Roma. Pero nosotros añadiríamos un factor igual de preocupante o más, que es la falta de confianza. Piensan quizás que la promoción o el conocimiento de esta forma litúrgica socava una imagen identitaria y de futuro de la Iglesia concebida en las últimas décadas como la única posible. En definitiva: no se fían del Papa. Si confiaran en el Santo Padre aceptarían que hoy ambas formas del Rito Romano pueden influenciarse mútuamente de forma beneficiosa y que este biformalismo del Rito Romano tiene una razón de ser en el plan divino, una importancia para la recuperación del verdadero sentido del culto católico y para la salvación de las almas. Estas torpes resistencias, como afirmó en una ocasión certeramente el Cardenal Ranjith, ralentizan al Papa y obstaculizan el Reino de Dios.

Otros prejuicios son aún más toscos, quizás los sacerdotes más mayores identifican esta forma litúrgica con los años de la postguerra, con ese nacionalcatolicismo del que un día la Iglesia española quiso desprenderse de la noche a la mañana como quien muda de piel. Sin pararse a meditar que esta forma litúrgica es la de Santa Teresa de Jesús, la de San Juan de la Cruz, la de San Ignacio de Loyola.

Algunos lectores han puesto como ejemplo que una metrópolis como Madrid reúna poco más de un centenar de fieles en la Misa tridentina dominical. Pero hay que tener en cuenta que la Misa tradicional en Madrid ha cambiado de ubicación cuatro veces. Cada cambio es prácticamente un empezar de cero. Porque los asistentes a esta forma litúrgica -como católicos normales y corrientes que son- no siempre son incondicionales capaces de recorrer kilómetros, sino también personas que residen en el área del templo donde se celebra. Es paradójico, y lo señalaba en fecha reciente el siempre interesante blog La cigüeña de la torre, que se hayan concedido parroquias personales en el Reino Unido, en Canadá, en EE.UU., en Bélgica, en algunos casos templos grandiosos y de valor artístico a la Liturgia tradicional. Y que sin embargo la capital de la católica España no disponga ya de un templo dedicado a esta forma litúrgica, al menos una capilla céntrica y digna, donde los sacerdotes puedan ejercer todo su apostolado y administrar los sacramentos sin ir de un lado para otro. Una comunidad no la hace solo una Misa puntual, también la catequesis de niños, los grupos de jóvenes y de adultos, las charlas, el espacio donde compartir vivencias e incluso ratos de ocio.

En algunos blogs achacan al Cardenal Rouco Varela el relativo estancamiento de la Forma Extraordinaria en España. Algo de verdad hay, si bien es preciso matizarlo. Es evidente que el Arzobispo de Madrid no simpatiza con la liturgia tradicional: no le interesa y no le gusta. No hay más que ver la iglesia tan fea desde el punto de vista arquitectónico que designó para la Forma Extraordinaria durante la JMJ, y que hubieron de cambiar a toda prisa ante la perplejidad, y posibles protestas a Roma, de los obispos extranjeros.

La sensibilidad del Cardenal Rouco está mucho más cercana a grupos neo-conservadores, fuertemente "postconciliares". El Cardenal Rouco no es perseguidor de la Forma Extraordinaria, pero tampoco valedor: se ha limitado a guardar las formas de cara a Roma, en una política de mínimos. Y mientras gobierne difícilmente va a mejorar estas formas, ni Roma va a exigirle más. Porque para Roma el Cardenal Rouco ha sido y es una baza inmejorable, y ha evitado que España sea un quebradero de cabeza para el Papa como lo son Austria, Alemania, Suiza o Irlanda. La influencia de Rouco en toda la Iglesia española es innegable y esta influencia ha forjado en España un episcopado bastante uniforme, sin luminarias, pero de doctrina coherente y sana, sin extravagancias ni excesos. La heterodoxia eclesial hoy, en España, es un fenómeno absolutamente marginal que, si existe, es porque los medios de comunicación anti-eclesiales insisten en mostrar a los cuatro gatos que la conforman. Y la guinda del pontificado madrileño del Cardenal Rouco ha sido organizar, bajo un gobierno político hostil, una JMJ de las mejor celebradas, y que ha supuesto además un fenómeno de adhesión masiva a Benedicto XVI sin precedentes.

Mientras la Conferencia Episcopal Española tenga a la cabeza al Cardenal Rouco Varela, su estilo es el que, en gran medida, van a seguir muchos de los obispos españoles. Por lo que difícilmente se van a crear en España parroquias personales, ni se va oficiar esta forma en las catedrales, y -salvo tres o cuatro obispos valientes- no vamos a asistir a los solemnes pontificales que, por ejemplo, protagonizan los cardenales y obispos de otros países. Y mucho menos se va a enseñar, ni tan siquiera a mostrar una sola Misa, en los seminarios.

Por este motivo también, existe esa sensación entre los fieles tradicionales de casi tener que pedir perdón por las Misas. En algunas diocesis el obispo correspondiente se obsesiona con que solo se oficie por un único sacerdote y en un único templo. En otras el sacerdote que las oficia sufre la frialdad de su obispo y del presbiterio. En otras se desanima a las cofradías. En otras los sacerdotes jóvenes la celebran a escondidas por miedo a verse postergados a las peores parroquias. En otras los seminaristas nos escriben y nos cuentan que no pueden asistir a las Misas por temor a señalarse.

Ahora, por ejemplo, la enfermedad del sacerdote ha supuesto la suspensión de la Misa en Salamanca, sin que el Ordinario de la diócesis nombre un sustituto. Al igual que se canceló en Mallorca cuando trasladaron al capellán castrense que la oficiaba. No se percibe aún la Forma Extraordinaria como un derecho, sino como un favor. E incluso los fieles se resisten a dar los pasos que marca el motu proprio como si no se creyeran del todo el derecho que el Papa les ha concedido.

Podemos seguir añadiendo, especulando si se quiere, otras causas del crecimiento algo más lento de la Forma Extraordinaria en España. Los católicos británicos, por ejemplo, han debido combatir siempre contra una oficialidad protestante. Esto los ha hecho más luchadores, más cultos en su fe en busca de argumentos sólidos, más apegados a su tradición católica, y por lo tanto más proclives a apreciar también el patrimonio litúrgico y espiritual de esta tradición. Algo similar ocurre en Francia donde la lucha de los católicos no ha sido contra los anglicanos, sino contra un feroz laicismo oficial.

En Estados Unidos existe una "élite" educada en colegios y universidades católicos muy conservadores. Unos centros que hoy, en gran parte, están contribuyendo a la difusión de la Forma Extraordinaria y de la herméutica de la continuidad en el culto. Por el contrario, en España los colegios privados y concertados que educan a buena parte de nuestra juventud, están en manos de religiosos progresistas fuertemente apegados al evanescente "espíritu del concilio" que, conscientemente o no, promueven una religiosidad mas cercana a la "new age" que al catecismo. La excepción a ésto son los colegios del Opus Dei, pero la Obra -salvo honrosas excepciones- tampoco ha querido por el momento secundar de forma decidida este uso litúrgico que tanto amó su fundador.

Éste, creemos, es un análisis realista, pero no hay motivos tampoco para el desánimo. Los pasos que se han dado en los últimos años han sido enormes. E incluso las trabas a la Forma Extraordinaria son un reconocimiento de su existencia e importancia. Se da incluso un fenómeno curioso: alguna que otra vez, desde las curias diocesanas, hay una especie de hipercrítica o de vigilancia sobre las celebraciones tradicionales: ésto no se puede hacer, el altar está mal dispuesto, esta fiesta no está en el misal de 1962, no se conocen bien las rúbricas, etcétera. Frente al desorden que impera en el Novus Ordo (donde hay muchos sacerdotes que respetan escrupulosamente las rúbricas, pero hay también innumerables abusos, inventivas y necedades sin control en cualquier diócesis española) los críticos al Vetus Ordo están reconociendo que la Misa tradicional no puede oficiarse de cualquier manera, que implica una seriedad, una garantía de fidelidad.

Hay algunas diócesis donde el obispo ha nombrado un buen sacerdote, capaz y piadoso, para hacerse cargo de las Misas, y ha buscado un templo digno. Y esto no tiene que ver con ninguna "ideología" eclesial. Sino que la cuestión ha sido resuelta de buena fe, entre buenas personas.

Creemos que el número de fieles no es tan relevante. Nuestra visión es humana, privada de la verticalidad trascendente que supone cada Misa. Un grupo pequeño de fieles que se reúne para una Misa  rinde un culto a Dios igual de digno que en una iglesia repleta. Salvaguardar nuestra tradición litúrgica es una carrera de relevos. Tratamos de hacerlo lo mejor posible y Dios proveerá.
 

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