EL ALTAR CARA AL PUEBLO
Preguntas y respuestas
"Llegó otro ángel y púsose en pie junto al altar con un incensario de oro, y fuéronle dados muchos perfumes para unirlos a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que está delante del trono". (Ap. 8,3)
Según la concepción de la epístola a los Hebreos, el templo terrestre de Jerusalem y su altar son la imagen del santuario que está en los cielos y en el que Cristo, eterno y sumo sacerdote ha entrado (ef. Heb. 9,24).
La liturgia celeste y la terrestre no son más que una. Según el pasaje del Apocalipsis citado en el encabezamiento, un ángel se encuentra delante del altar de oro del cielo, con un incensario de oro en las manos, para ofrecer las oraciones de los fieles ante la faz de Dios. Nuestra ofrenda terrenal no es tampoco totalmente aceptable delante de Dios, sino "llevada de la mano del ángel hasta el altar del cielo", como se dice en el canon de la misa romana.
La idea según la cual el altar terrenal era una imagen del arquetipo celestial ante el trono de Dios, ha determinado su disposición y la posición del sacerdote ante él: el ángel con el incensario de oro está situado, como hemos leído, ante el altar. Además las prescripciones que Dios dio a Moisés (cf. Ex. 30,1‑8) han jugado también un importante papel.
Eran necesarias estas observaciones preliminares para hacer comprender cuánto han cambiado las actuales concepciones relativas al altar. Estos cambios no se han efectuado bruscamente sino poco a poco; todo empezó muchos años antes que el Concilio Vaticano II.
En los Richtlinien für die Gestaltung des Gotteshauses aus dem Geist der rómischen Liturgie (Instrucciones para la disposición de las Iglesias en el espíritu de la liturgia romana) de 1949, Theodor Klauser adelanta que: "Ciertas señales hacen entrever que, en las Iglesias del futuro, el sacerdote se colocará como antaño tras el altar y celebrará cara al pueblo, como aún se hace hoy en ciertas basílicas romanas; el deseo, que se percibe por doquier, de ver más claramente expresada la comunidad de la mesa eucarística, parece exigir esta solución" (n° 8).
Lo que Klauser presentaba entonces como deseable, ha llegado a ser, como sabemos, la norma en casi todas partes. Se piensa que se ha recuperado una costumbre de la primitiva cristiandad; pero como demostrarán claramente las explicaciones siguientes, se puede probar con certeza que jamás ha habido ni en la Iglesia de Oriente ni en la de Occidente celebraciones versus populum (cara al pueblo) sino que siempre todos se volvían hacia el oriente para rezar, ad dominum (hacia el Señor).
La idea de un cara a cara entre el sacerdote y la asamblea en la misa se remonta a Martin Lutero que hacia notar en su opúsculo Deutsche Messe und Ordnung des Gottesdienstes (La misa alemana y el orden del culto divino) de 1526, al comienzo del capítulo de "El Domingo para los laicos ": "Conservaremos los ornamentos sacerdotales, el altar y los velas hasta el agotamiento, o hasta que nos convenga cambiarlos. Sin embargo dejaremos hacer a los que quieran hacer otras cosas. Pero en la verdadera misa, entre verdaderos cristianos, será necesario que el altar no quede como está y que el sacerdote se vuelva siempre hacia el pueblo, como sin duda lo hizo Cristo durante la cena. Pero esto puede esperar".
Y he aquí que el momento esperado ha llegado ......
Para justificar el cambio de posición del celebrante en relación con el altar, el Reformador se refería a la situación de Cristo durante la última Cena. En efecto, tenía ante sus ojos las habituales representaciones de la época: Jesús está de pie o sentado en medio de una gran mesa y los Apóstoles lo rodean, a su derecha y a su izquierda.
¿Pero, efectivamente, ocupaba Jesús esta posición?
Ciertamente no, pues hubiera contravenido las costumbres domésticas de la época. En tiempo de Jesús, y aún siglos más tarde, se empleaba o una mesa redonda o una mesa en forma de sigma (en semicírculo). La parte delantera quedaba libre para permitir servir los distintos platos. Los convidados estaban sentados o acostados detrás de la mesa semicircular. A este efecto utilizaban divanes o un banco, en forma de sigma. El sitio de honor no estaba, como pudiera pensarse, en el centro, sino a la derecha (in cornu dextro). El segundo sitio de honor estaba enfrente.
Esta disposición de los asientos se encuentra constantemente en las más antiguas representaciones de la Cena de Jesús y permanece hasta el corazón de la edad media. El señor está siempre, sentado o recostado, en el lado derecho de la mesa (cf. fig. 4). Hacia el siglo XIII comenzó a imponerse otro tipo de representación: colocan a Jesús detrás de la mesa y en medio de los Apóstoles, que le rodean. Esta es la imagen que tenía Lutero ante sus ojos.
Esta representación tiene en efecto toda la apariencia de una celebración versus populum. Pero en realidad no tiene nada de parecido, puesto que el "pueblo", hacia el que el Señor hubiera debido volverse estaba ausente, como se sabe, de la sala de la cena. Lo que quita todo valor a la argumentación de Lutero. Por otra parte, en cuanto sabemos, éste jamás exigió que se celebrase vueltos hacia la asamblea; entre las comunidades protestantes, solamente los Reformados adoptaron la costumbre de hacerlo.
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