sábado, 22 de enero de 2011

Los sucesos de Carpegna



En una ciudad italiana, Carpegna, en los años 70 acaecieron unos sucesos extraordinarios. El presente informe procede de Gabriella de Montemayor. Se tradujo del italiano al alemán por Paul Schenker y se imprimió en “La Señal de María” nº 3, en julio de 1971, fecha cronológicamente cercana a los sucesos. La traducción al español la realizó José María Lorenzo.


Relato de Gabriella de Montemayor

Carpegna (Italia), situada a 800 metros sobre el nivel del mar, gozará en adelante de fama mundial desde que la prensa internacional propagó la noticia que las campanas de la iglesia sonaban, ¡por sí solas!, desde el 1 de Noviembre de 1970. Una mañana, cuando el párroco bajó a la iglesia se encontró con el altar ya preparado (Nota: pero para la celebración del antiguo rito (¡) que había sido sustituido por el nuevo rito en 1969): cáliz, alba, manipulo, casulla romana, y el misal del Papa Pío V, el antiguo misal, abierto…

No faltaba nada. Sorprendido, el párroco inició rápidamente una investigación entre sus cofrades pero, obteniendo de todos una respuesta negativa; ninguno había preparado el altar con dichas cosas, que se habían arrinconado hacía tiempo. No, no se trataba de una broma. A la siguiente mañana la misma sorpresa. Y así, durante cuatro días seguidos, pero siempre con un cáliz diferente. Un día el altar se había preparado, anónimamente, para una misa de difuntos: casulla negra etc…

Después de una profunda investigación el párroco descubrió que todos los objetos preparados se habían tomado de un armario en el que habían sido guardados definitivamente, manteniéndolos desde hacía mucho tiempo bajo llave. Pero, ¿qué fue de las llaves? Nadie las tenía y nadie se acordaba dónde podrían estar. El caso era sorprendente.
Ya sólo el hecho del sonido de las campanas había atraído a la gente de todas partes. Pero eso sólo fue el comienzo de las preocupaciones de los frailes.
Las campanas comenzaron a sonar, de nuevo después del silencio navideño; sin embargo, con mucha más fuerza y con una duración mayor de las campanadas. Y aún más, al finalizar el año, ocurrió algo que desconcertó a los frailes.

Una mañana encontraron sobre el altar un papel manuscrito en una bonita y elegante caligrafía latina: “!NOLITE OBDURARE CORDA VESTRA!” –“¡No endurezcáis vuestros corazones…!
La frase es un fragmento del salmo 94, de los cantos de David. El salmo es una alabanza a Dios: hodie si vocem Eius audieritis, NOLITE OBDURARE CORDA VESTRA, Sicut in exacebatione secundum diem tentationis in deserto, ubi tentaverunt patres vestri, pobaverunt et viderunt opera mea… “Ojala escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el corazón como en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras. Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso”.

Los frailes entendían el latín y conocían de memoria dicho salmo pues, diariamente, lo leen en su breviario, en maitines. “¡No endurezcáis vuestros corazones!”; es una llamada que no solo va dirigida a los frailes de Carpegna (no hay peor sordo que el que no quiere oír), sino a todas las conciencias.
Las de aquellos responsables de vender la imagen, en talla medieval, de la Madonna Dolorosa, cuyo rostro y cuyas manos poseían un valioso poder, las de una imagen que mantuvo alejada la peste fuera de las puertas de Carpegna, tras llevarla en procesión como patrona del pueblo; la de aquel que un día le dijo a una piadosa mujer que rezaba el rosario en la iglesia: “¡Tira esa cosa!” también a la conciencia de aquel sacerdote que aseguraba no ser ya necesario celebrar misas por los difuntos; a la de los falsificadores de la reforma litúrgica, con los cuales Nuestro Señor no puede estar de acuerdo, y hacen que los frailes todas las mañanas se encuentren con un confuso desorden de los bancos viéndose obligados a ordenarlos rápidamente.
Carpegna sigue ahí, con sus peculiares acontecimientos, que intencionadamente son presentados como fenómenos espiritistas por parte de ciertos medios de comunicación. Las campanas suenan para la ceremonia de difuntos cada vez que alguien fallece, y se las oye desde la lejanía.

Pero eso aún no es todo. El general superior de Roma y el general de la Provincia han sido llamados a Carpegna porque algo increíblemente desconcertante había tenido lugar un día, reciente. Sobre el altar se había encontrado, junto a las huellas de una mano y de un papel con un escrito en latín que decía: “IN DIE JUDICII” (= en el día del juicio), un cáliz manchado con sangre. El hecho se mantuvo en secreto. A los frailes se les impuso la prohibición de hablar. Sin embargo, el caso se dio a conocer. ¿Es posible que las profecías de la Salette y de Fátima estén en trance de hacerse realidad?


Otro relato

De otro informe, acerca del mismo fenómeno, puede añadirse el siguiente extracto: “En Carpegna (Cf. Cattolica), entre Rimini y Pesaro, tierra adentro por Marciano di Roma, Monte Cerignone; o de Rimini por Santarcangelo di Rom, Novafeltria, Pennabili, sucede, desde el 1 de Noviembre de 1970, un extraordinario y excepcional fenómeno acústico. Casi diariamente, en intervalos irregulares, se oyen toques de campanas de campanario local de la iglesia de San Nicolás, asistida por los frailes menores conventuales franciscanos, residentes en el monasterio adyacente. Las campanas tocan por sí solas, quedando totalmente inmóviles, incluido su badajo…
No obstante, tras llevar a cabo una profunda investigación por parte de los carabinieri no se halló absolutamente nada que pudiera explicar lo que les ocurrió a los frailes. Los quebraderos de cabeza provenían del hecho de que los toques de campana se oían con claridad en un radio a varios kilómetros de la iglesia, pero no se podían apreciar en la inmediata proximidad del campanario. El eco parece venir de las campanas, y sin embargo la causa es invisible. (2)

Notas:
(1) Abril, 1971. Órgano de la Asociación Amigos de la Ciudad Católica; versión alemana en Das Zeichen Mariens, nº3, 5. Julio 1971; págs. 1259-1260.
(2) Das Zeichen Mariens, 1972; págs. 1546-1548.

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